martes, 29 de diciembre de 2020

Idioglosia y criptofasia

 Mirándome en el espejo de mi amigacho Sap recuerdo que de pequeño —entre otras muchas aventuras de descubrimiento— me dio por inventar lenguajes secretos encriptados que solo yo fuese capaz de descifrar.

Quiso el azar que en quinto curso de EGB en el colegio madrileño Pintor Rosales coincidiera en clase con Eduardo Aranguren, un compañero a quien también le había dado por ahí. Y asi fue como inventamos entre ambos un lenguaje secreto para comunicarnos.

Debo confesar que a mis cincuenta y tres tacos... sigo jugando a aquel mismo juego y de hecho lo estoy perfeccionando para llevar un pequeño cuaderno secreto en el que guarde mis incontables contraseñas y anote ideas y sueños que no quiero que lea nadie.

 

Nota de Zodiac

 Me preocupa un poco observar que comparto afición con, por ejemplo, el famoso asesino Zodiac, que aterrorizó California a finales de los sesenta, pero mi sistema, a diferencia del suyo, no es tan enrevesado porque su utilidad es complicar un poco la lectura a profanos, no ocultar delitos. El objetivo fundamental es que yo pueda escribirlo y leerlo rápidamente.

 Criptografía Maifiana Básica


Es bastante básico mi sistema criptográfico, pero lo veo mucho más práctico que el del asesino del Zodiaco, cuyos mensajes están consiguiendo descifrar cincuenta años después gracias a la ayuda de la informática.

Mi método no precisa de computación para ser descifrado, pero no creo que ninguno de ustedes, queridos lectores, consigan descifrar el contenido del sueño que yo puedo leer fácilmente en la foto anterior.

domingo, 6 de diciembre de 2020

La catapulta

 Nunca se puede decir de este agua no beberé... 

Ya debería saberlo de veces anteriores, pero uno es terco y en ocasiones tropieza en la misma piedra de nuevo.

 

catapulta medieval


Me cachondeaba hace tiempo con cierta mala leche de mi padre y de mi suegro cuando veía lo que entonces me parecía una muy peculiar manera de tomar su medicación: sobre la mano extendida y ahuecada ponían las pastillas que tocaran y, de un golpe seco y rápido —a modo de catapulta— se llevaban la mano hacia la boca abierta, proyectando velozmente las sanadoras píldoras hacia la garganta.

Cuando veía tan extraño comportamiento, le daba con el codo disimiladamente a mi señora y me reía discretamente diciéndole: 

¿Ves? ¡Hace la catapulta para tomarse las medicinas! 

Luego en el coche, de camino a casa, lo comentaba:

Tu padre —(o el mío, los criticaba por igual)— se va a matar un día tirándose las pastillas a lo loco con esa velocidad y esa violencia, cualquier día se asfixia como se le quede alguna atascada. Con lo fácil que es coger la pastilla con dos deditos y depositarla suavemente sobre la lengua...

 

Pastillas

Mas hete aquí que van pasando los años y ahora me descubro a mi mismo juntando sobre mi mano aconcavada la pastilla del azúcar, la del colesterol y la de la tensión y ¡zas!, catapultazo hacia la boca abierta. Puta vida.

jueves, 19 de noviembre de 2020

¿Tacto rectal o PCR?

 Desde la treintena empecé a asustarme al escuchar hablar de esa prueba que en unos años debe hacerse cualquier varón: el tacto rectal, el examen de próstata.

Tacto rectal, examen de próstata

Llegada la edad adecuada me fui haciendo el loco y disimulando, posponiendo el asunto cuanto pude, pero llegó un momento en el que no se podía demorar más el tema y al fin acudí, con todo el susto del mundo.

Y, oye, sí, fue un poco humillante, algo molesto y doloroso, pero rapidito y tan simple que todos esos miedos previos durante años resultaban absurdos e injustificados para lo que fue en realidad.

Creí yo entonces inocentemente que mis miedos para con la medicina y los actos de enfermería habían sido superados. ¡Ja! 

Ya me fastidió bastante enterarme, poco después de mi examen prostático de que dicha prueba era ineficaz e innecesaria. Pero lo que me terminó de fastidiar fue cuando me tuve que hacer una PCR para ver si tenía coronavirus: esa prueba en la que te incrustan un puto palito hasta el mismísimo cerebro y te lloran los ojos y sientes ganas de estornudar y darle un puñetazo a quien está empujando el palito dichoso tanto rato y con tanta fuerza como si fuera un jodido picador en Las Ventas.

Test PCR, prueba covid-19

Madre mía, qué prejuicios tan tontos tenemos... 

¡Ojalá el test del covid se hiciera metiendo un dedo por el culo!

:-)

lunes, 16 de noviembre de 2020

Opiniones produceshop tienda online: ¡ni se te ocurra!

Cuando la atención al cliente es un triste oxímoron

produceshop opiniones estafa datos personales expuestos condiciones abusivas alejandro el trol de atención al cliente


produceshop es una tienda online que inexplicablemente opera en España con unas condiciones más mafiosas que leoninas. Tiene los almacenes en Italia y para cualquier conflicto tienes que acudir a los tribunales de justicia de Suiza. Nadie se lee las condiciones cuando compra, pero que sepáis que eso es lo que hay.

Mi madre, a consecuencia del COVID-19, se ha tenido que quedar permanentemente en silla de ruedas. Ella que es echada p'alante se maneja con su laptop y buscó por internet para comprarse una silla de ruedas. Vio una a buen precio y la pidió.

Cuando me lo comentó mi hermana regañé a mi madre por comprar a lo loco sin conocer la tienda, le dije que internet es como en la vida real: hay que comprar en lugares de confianza y no en cualquier sitio que veas con buen precio.

Resulta que le llega la silla y no le sirve, las medidas no coinciden. Mi sobrino escribe un e-mail para devolver el producto y le contestan diciendo que lo devuelva, pero los gastos de envío corren de su cuenta. Sólo se puede enviar devuelto al almacén en Italia.... o sea que cuesta más el ajo que el pollo, sale más caro devolver el producto que quedártelo.

Le escribo yo a un tal Alejandro de "atención al cliente" explicándole que mi madre al hacer el pedido eligió el modelo de silla con las medidas que quería, pero como al final del proceso de compra mediante engañosas técnicas de patrones oscuros te ofrecen modelos similares un poco más caros, ella se dijo: bueno, si esta que me ofrecen es algo más cara será mejor, y pidió esa sin darse cuenta de que las medidas eran completamente distintas. 

Así pues solicité que trajeran el modelo que le valía y se llevaran el otro.

El tal Alejandro me pide que le envíe varias fotos del producto. Pese a las molestias que me supone trasladarme a casa de mi madre en plena pandemia lo hago y le envío las fotos del paquete que me había pedido pensando que querían comprobar que el paquete estaba en buenas condiciones. Procedo a hacerlo.

Me vuelve a escibir diciendo que quiere las fotos de la silla montada.

Otra vez a trasladarme, montar la silla de las narices, fotografiarla y enviárselas al tal Alejandro.

Pero en realidad Alejandro, después de tanta lata, me da una respuesta estandar:

"El producto se corresponde con el comprado"

¡Ya lo sé, imbécil! —pienso, no se lo digo—. Redacto un largo correo explicándole de nuevo todo el problema, pero ni se molestó en responder jamás. Claro, abusan sabiendo que no vas a acudir a los tribunales suizos a demandarlos.

Me volví a meter en la web tiempo después con el número de referencia de la compra a ver si había alguna novedad aunque no me hubieran contestado y por error metí mal un número y me aparecen de pronto en pantalla los datos personales de otro cliente. No puede ser, me digo. 

Introduzco otro número parecido, cambiando un dígito y me aparecen todos los datos personales de un tercer cliente... y así con todos los que quisieras mirar. ¡Viva la seguridad y la privacidad!

O sea que además de ser unos estafadores que se burlan de los clientes aunque sean personas mayores víctimas de la desgracia tienen una brecha de seguridad gravísima y los datos de los clientes están expuestos a la vista de cualquiera, no hay ni que hackear la web... están ahí para quien quera mirarlos.

En fin, espero haber ayudado a alguien y evitar algunos timos y burlas más.

A ver si el gobierno impide que las empresas multinacionales con estas prácticas abusivas operen en España.



sábado, 7 de noviembre de 2020

Ocoño

Nos hemos plantado ya en noviembre de este 2020 tan sobradamente aborrecible, a ver si acaba pronto y en 2021 empezamos a ver la luz al final del túnel vírico.

mierda de año 2020

Tengo el blog medio abandonado y es que resulta complicado animarse para emprender cualquier cosa, por pequeña y simple que sea, como este tontorrón diario de a bordo en el que a veces escribo.

* * * * *

Novacaciones. En este año de mierda no se puede ni hablar de disfrutar vacaciones, pero al menos tuvimos unas mini-no-vacaciones. 

Dispusimos de una semanita entera para irnos mi señora y yo con nuestras dos criaturillas —bien crescidas— ancá mis suegros: lo que viene siendo el paradigma absoluto de unas vacaciones de ensueño, vaya.

Al menos sirvió para hacerle una pequeña despedida y homenaje a mi padre.

Tributo doble: mediante una buena comida (la celebración predilecta de mi padre) y mi ocurrencia de arrojar parte de sus cenizas en una de sus playas favoritas en las que se podía pasar horas buceando (una vez sufrió un incidente y regresó ya de noche, con mi madre asustada).

Una maravillosa noche de agosto en el recomendable Mesón Carmen la de Ronda, sito en la hermosísima Plaza Duquesa de Parcent, en la parte antigua de Ronda (Málaga), junto a Santa María la Mayor, al aire libre —sin mascarillas— pudimos al fin hacer la cena en recuerdo de mi padre: mi hija, su novio, mi hijo, la Sra. Maif y yo.

   

Y al día siguiente fuimos a la costa, a esa playa que tanto le gustaba cerca del límite entre las provincias de Cádiz y Málaga, desde donde se divisa a lo lejos el Peñón de Gibraltar, y pudimos esparcir allí sus cenizas.

Playa de los Toros

* * * * *

Desde ahí nos fuimos a comer al pueblo donde vivimos cuando mi padre estuvo destinado en el grupo de misiles del estrecho, en San Roque

Tuvimos que comer en el restaurante de La Alameda (solo recomendable por su hermosa ubicación) y en el que nos cobraron hasta por una cesta de pan que no pedimos, pues todos (menos yo) pidieron hamburguesas —con buen criterio— al ver la calidad del lugar. 

Así que al mirar la factura y fijarme en ese detalle, pillé todo el pan de la cesta y aproveché para echarle de comer al mogollón de palomas que había junto a la fuente.

Por cierto, no me extraña que los viejos se pasen el día alimentando a las palomas: es algo de lo más divertido, te crees Dios.

Dando de comer a las palomas en la Alameda de San Roque
 
* * * * *

Así que tras esas mini-mierdi-vacaciones en mi querida Andalucía nos volvimos a casa de vuelta a la rutina. Al menos agradecí mucho el momentáneo cambio de aires tras tanto tiempo confinado, porque he estado prácticamente todo el año sin salir de casa.

* * * * * 

Y así sigo: al trabajo y a comprar de vez en cuando, poco más salgo del piso, tengo el coche abandonadito.

Así que ahora me ha dado por las plantas. Ya tengo tres bonsáis, una tradescantia, un poto, una planta del dinero, otra de Madagascar cuyo nombre no recuerdo y varios cactus y suculentas.

Cactus y suculentas

Y hemos adoptado un nuevo gatito. Había aquí abajo una camada múltiple, pero uno de los cachorritos se ve que era el más torpecete y mientras los demás ganaban peso él estaba en los huesecillos, con heridas feas, muy sucio, con las orejas infestadas de parásitos y medio ciego, con los ojos turbios y cerrados. 

Ya ni siquiera huía de los perros ni de las personas, se quedó quietecito sin fuerzas... hasta que mi hijo lo llevó al veterinario. 

Les presento al tercer gato de la familia: Miwi.

 

  * * * * *

Es curioso que en este año tan rarísimo no sabe uno bien decir dónde ha empleado el tiempo. Se supone que debería uno haber podido leer mucho, ver muchas pelis y series, escribir más... pero nada de eso ha ocurrido. Tampoco es que vea la tele porque me dan alergia los telediarios  y ni me acerco a ningún programa de actualidad.

Si he visto varias series interesantes como:

La conjura contra América

Devs

La línea invisible

The Mandalorian

Mrs. America

Perry Mason

Unorthodox

la inglesa Back To Life  

o la danesa Sex.


También me falta por ver el último capítulo de la interesante serie española Patria y también el último de la estupenda Gambito de dama.

Y estoy viendo Ratched, Nasdrovia, Emily en París y la deliciosa comedia Schitt's Creeks.

 * * * * *

Hoy he visto con mi hijo el último Informe Robinson, en el que se homenajea tras su muerte al ex-futbolista y comentarista televisivo Michael Robinson.

Mi hijo no ha podido evitar que se le humedeciesen un poco los ojos; a los dos nos caía de putísima madre "nuestro guiri", pero yo he resistido sonriendo y riéndome con su delicioso humor, porque sé que es lo que él querría.

Michael Robinson con la Copa de Europa que ganó con el Liverpool

A mí me pasa igual: si supiese que iba a fallecer pronto (¡y tengo taaantas papeletas!) me horrorizaría pensar que me recordasen con pena o lágrimas, querría ser recordado por lo cabroncetemente bromista que he sido siempre, por disfrutar de las risas como de lo más sagrado de este mundo, que hiciesen chistes sobre mi resurrección o de lo que estaré haciendo en el infierno.


* * * * *

Indiana Jones y la última cruzada, escena en el Cabo de Gata en la playa de Mónsul

Otro fallecido reciente ha sido el actor Sean Connery. Recuerdo que cuando íbamos a la playa mi señora y yo en Marbella, pasábamos siempre al lado de un chalet y mi entonces novia me informaba: este chalet es de Sean Connery.

Solía mirar a ver si lo veía, algo que nunca ocurrió. De hecho se ve que no fui el único: el actor confesó que vendió esa casa en los noventa porque mucha gente se congregaba alrededor de su chalet en la playa para cotillear y estaba harto de que la gente le viera en ropa interior en su propia casa (tampoco entendí nunca que el tipo no ocultase el casoplón con un muro o unos setos... quizá quería ver el mar, pero el mar también le vería a él).

Sean Connery interpreta al monje franciscano Guillermo de Baskerville en la adaptación al cine de la novela de Umberto Eco El nombre de la Rosa

Mi personaje favorito de su carrera fue interpretando al monje franciscano Guillermo de Baskerville en la adaptación al cine de la novela de Umberto Eco El nombre de la Rosa

También me encantó en Indiana Jones y la última cruzada, me gustaba más de mayor que de joven. La escena con el paraguas en la playa almeriense de Mónsul en el Cabo de Gata es de mis favoritas, toda esa peli es de lo mejor del cine comercial familiar de entretenimiento.

Pero mi homenaje al nonagenario no consistió en volver a ver una peli suya que me gustase, sino en descubir alguna nueva para mí. Finalmente me decidí por una que rodó antes de mi llegada al mundo: La colina de los hombres perdidos de Sidney Lumet ("The Hill", 1965). Anoche me acomodé yo solito en el sofá de madrugada y la disfruté en Filmin. Fue una experiencia de lo más agradable disfrutar de aquel actor de jovencito, en un papel tan distinto de sus jamesbonds con los que triunfaba.

La historia no me impactó especialmente por ser conocedor de eso mundos militares y sus castillos, pero aún así el libreto (mejor guion en Cannes aquel año) me sorprendió favorablemente. Y es que el escritor se basó en hechos reales que vivió en primera persona.

La peli está rodada en Málaga y en Almería. Aquella fue su primera visita a Almería, que en aquellos tiempos era casi como ir a África, o peor: la carretera de Málaga a Almería —desde donde llegó— era un infierno de curvas y travesías (y lo siguió siendo hasta no hace mucho). Una década después volvió a la tierra de los legañosos para rodar El viento y el león [The Wind and the Lion, 1975]  y se sorprendió de que aquel lugar siguiera tan atrasado. Me imagino que cuando volvió en 1988 a rodar la de Indiana Jones ya habría mejorado algo, yo me fui a vivir allí cinco años después.

Es un placer descubrir pelis antiguas, con cualquier excusa, una sensación maravillosa y a la vez perturbadora si piensas un poco en toda esa gente joven y bella... como estarán ahora, si es que "están". De hecho de los actores de esta peli quedaban dos vivos. Ahora solo uno... sic transit gloria mundi.

martes, 25 de agosto de 2020

[Escrito en un post-it] Las gotas que todo lo colmaron

Una vez más revivía mentalmente el momento en el que todo cambió, aquella mañana en la que fui a la piscina sin mis gafas de natación ni los tapones de cera y salí de allí con los ojos tremendamente irritados y los oídos taponados. Esa misma tarde el médico me recetó unas gotas para los ojos y otras para los oídos. Las compré en la farmacia poco antes de que empezara el partido.

En el descanso del duelo balompédico entre el Barça y el Bayern de Munich recordé que debía ponerme las gotas. Fui a por ellas y entonces Luis Suárez recortó el marcador poniendo el 4 a 2... ¡la remontada parecía posible! Estaba intentando leer la minúscula letra de uno de los prospectos cuando Kimmich anotó el quinto para los germanos, acabando con las esperanzas culés. Entonces fue cuando me lié con las gotas...

Me sacó del ensimismamiento un cliente:

—Deme un cuponcito para esta noche, acabado en 28...

Cupón de la ONCE


miércoles, 5 de agosto de 2020

Maifadas *

* Las Maifadas son respuestas disuasorias —por absurdas— para intentar evitar en el futuro más preguntas que le obliguen  a uno a discurrir.



—¿Qué comemos hoy? Algo rapidito...

—Guepardo asado.


sábado, 1 de agosto de 2020

[Escrito en un post-it] Probabilidades


Hace sesenta y seis millones de años desde que cayó el último gran meteorito sobre la Tierra.

La probabilidad de ganar el primer premio del sorteo de Euromillones es de una entre 75 millones.

Extinción de los dinosaurios vs Euromillones


Matemáticamente es más fácil que me caiga un meteorito a que me toque el Euromillones.

Y sin embargo me tocó ese primer gran premio.

Antes de poder cobrarlo otro meteorito aniquiló la vida sobre el planeta.

lunes, 29 de junio de 2020

La parajoda del captcha

Lo de los captchas es algo a lo que le estoy cogiendo una cierta manía, la verdad. No solo es porque sea altamente cansino, sino que a veces es absurdísimo.

Busca en el captcha dónde está Wally, si eres valiente...

Por ejemplo, recuerdo que hace unos años en una página me ponía que pare demostrar que yo era humano y no una máquina pusiera el resultado de una multiplicación: 7 x 8.

¿Qué? Joer, hace siglos que uno no recita las tablas de multiplicar y esa operación en concreto se me ha dado siempre mal... ¿eran 54 ó 56? Así que como no estaba seguro del resultado tuve que recurrir a la calculadora (máquina) para demostrar que yo era humano. Te cagas.

El dichoso código de verificación de captcha

El sistema de ahora es distinto, pero a peor. Hay que estar buscando imágenes como tontos. Pero es que la encuentras y a veces se recarga y aparece otra imagen y le vuelves a dar y se vuelve a recargar... un bucle infernal.

Así que cuando salgo a la calle deambulo por ahí como loco, venga a buscar pasos de peatones, bicicletas, chimeneas, puentes, autobuses y hasta bocas de incendio colorás de esas que en España no hay.

Ea, localiza al vietcong en la selva captcha

miércoles, 24 de junio de 2020

Las carga el diablo


Las armas las carga el diablo.



Bromas
Cuántas veces habría escuchado esta admonición en forma de severo aviso, de revelación de secreto órfico cual si de inapelable verdad se tratara. Pero sonaba tan ridículo...

Mi manía de hacer bromas, esa característica estúpida que me ha acompañado en mi infancia y juventud sin ser requerida: se me aperece inesperadamente y soy incapaz de resistirme.

Muchas risas y momentos de placer me ha proporcionado... aún de vez en cuando, siempre de buen gusto y sin que nadie en las cercanías salga dañado (más o menos, se intenta).

Algunos disgustos también me ha dado. Uno de ellos especialmente gordo e inolvidable, de los que te pone los pelos de punta al rememorarlo.

Recuerdo de niño aquella broma, en principio inocente, de lanzarle a otro chico un falso puñetazo que se detenía antes de impactar en su rostro; mientras, con el otro brazo te dabas un manotazo ahuecado en el pecho consiguiendo un efecto de puñetazo de película: con mucho sonido y sin sustancia, como en Hollywood. Esto solía resultar en exitosa chanza la mayoría de las veces. Hasta que un día quise hacerle la broma a un amigo reciente y calculé mal, sin lograr frenar a tiempo el puñetazo... y con efectos especiales. A ver cómo se lo explicas y rearmas esa amistad incipiente. Difícil.

Otra de mis manías, la de dar sustos trabajados e inesperados, se me acabó bien temprano, en plena adolescencia. Aquella vez se me ocurrió esconderme en el armario empotrado de la habitación de mis hermanas y —siendo tan ágil entonces— no sé cómo conseguí apañármelas para colocar mi cabeza sobresaliendo a ras de donde estaba apilada la ropa de encima de los cajones sin que se viera mi cuerpo. Luego sólo era cuestión de esperar que volviera a casa alguna de mis hermanas y que abriera el armario. Y para eso estaba especialmente cualificado: podía aguardar durante horas inmóvil para no arruinar la que calculaba sería una gran broma. Estaba anticipando las risas, imaginando la cara de mi hermana cuando viera ahí inespeadamente una cabeza entre la ropa.

Bromas, sustos y miedos

Llegó Eva, la pequeña, abrió el armario y ni me vio. Al rato volvió y estaba parada justo frente a mí y seguía sin verme, supongo que eso provocó en mí alguna inevitable risilla y sólo entonces al sentir un ruidito se fijó en que había una cabeza en la oscuridad del armario, una cabeza que estallaba de pronto en convulsas carcajadas.

Tras un instante de terror en su rostro, Eva se quedó inmóvil... lívida. Lo primero que piensa un imbécil bromista es que te quieren devolver la broma, así que estuve un rato especulando con tal posibilidad, pero mi hermana estaba tan rara que tuve que descartar esta opción. Llamé a voces a mi padre, que acudió alarmado y al ver a mi hermana así me preguntó qué había pasado:

La he asustado... —confesé tremendamente avergonzado.

¿Pero tú eres subnormal o qué? —me preguntó afirmando. Antes se hablaba así, sin tener en cuenta si esa terminología molestaría a alguien o era incorrecta, se usaba esa expresión.

Mi padre estuvo intentando recuperar el color de mi hermana moviéndola, tratando de hacer que reaccionara de alguna manera. Yo estaba aterrorizado por el éxito de mi broma.

Repentinamente Eva pareció exhalar largamente y empezar a recobrar la normalidad, para alivio de mi padre y de mí mismo, que fui inmediatamente confinado en mi habitación como castigo.

***


Años después, siendo mayor de edad, hice la última broma estúpida, la que más me aterroriza rememorar.

Diabólica criatura
Teníamos una escopeta de perdigones desde pequeñitos.

Un día se me ocurrió la genial ocurrencia de fingir que dispararía perdigonazos, pero en realidad no metería ningún perdigón en la escopeta: simplemente sonaría como que percutía pero apenas expelería un poco de aire comprimido. Graciosísimo, ¿qué podría salir mal?

Así que fui a mi habitación, donde estaba mi novia sentada en la cama. Me eché un puñado de plomillos en la boca y fingí que cogía uno para cargar la escopeta, pero en realidad no la cargaba.
 
Mi novia me miraba con la misma cara de terror que simpre ponía ante cualquier broma mía y se tapó la cara con la almohada antes de que la disparara. Cuando se descubrió volví a hacer como que cargaba y la apunté de nuevo, recuerdo bien que le dije que le iba a disparar en un ojo e intenté apuntar a uno de ellos, pero antes de que pudiese tirar ella volvió a cubrirse con la almohada. Así estuvimos un buen rato, disparé varias veces  y acabé reprochándole que era una aburrida y confesando que en realidad no estaba disparando nada, solo aire.

Por si acaso, que las carga el diablo y tú tienes mucho peligro...

Como ella no me daba juego fui en busca de mi hermana Silvia, la cual desde pequeñita ha sido una exagerada a la que le encantaba hacerse la víctima y atraer la atención de mis padres.

Me le encontré en el pasillo, cuando ella iba a la cocina. Puse cara de loco, hice como que cargaba la escopeta y le disparé en una pierna.

Empezó a chillar como una rata. 

¡Estás loco, gilipollas, que duele!

Y yo muerto de risa pensando que vaya histérica y flipada, que decía que dolía mucho y no había lanzado más que aire comprimido. Me pareció el momento ideal de poner cara de psicopatón y volver a disparar, ahora a la otra pierna.

¡Pues toma más, para que sufras!

Corrió a esconderse en el cuarto de baño vociferando toda clase de insultos y barbaridades.

Yo me oculté esperando que saliera. En cuanto reapareció volví a disparar, aunque fallé porque huyó velozmente, dando gritos.

Disparando en plan broma

Ella no podía creerlo, dio tales voces que acudieron mi novia y mi otra hermana, que andaban por la casa. Entonces le dije, para humillarla ante ellas:

Pero idiota, ¿no ves que no estoy metiendo perdigones? ¡No te he disparado nada y estás haciéndote la muerta!

Ella, con incrédulo enojo, se bajó el pantalón y me enseñó la sangre de los perdigonazos:

¿No sabes que desde hace unos meses la escopeta tiene un cargador automático?

En ese momento, con la mayor cara de tonto que habré puesto en mi vida, miré y vi que —efectivamente— había un elemento nuevo en mi vieja escopeta: un tubo negro lleno de perdigones. Cada vez que se abría y cerraba la escopeta se cargaba uno automáticamente...

Y solo entonces comprendí la sabiduría que encerraba aquel viejo refrán: las armas las carga el diablo.


P.S.- Mi novia debió haberme dejado en ese mismo instante, pero la muy inconsciente acabó casándose conmigo tres o cuatro años después.
***

Mi hermana Silvia no era nada querida por nuestro vecino de arriba: un tranquilo militar jubilado de excelentes modales. Ella estaba aún saliendo de la edad del pavo adolescente y era bastante problemática: organizaba fiestas con sus amigas en las que hacían mucho ruido con las motillos y las juergas con porros y alcohol. Le resultaba bastante molesta a nuestro único vecino y a su señora.

También es cierto que aunque mis padres no andaban frecuentemente por esa casa, el vecino de arriba prefería no tratar mucho con papá desde que un día salió alarmado a la escalera del portal porque había escuchado unos disparos y vio a mi padre tan ufano con el cadáver de una serpiente.

vecino


El hombre únicamente venía a tratar conmigo cualquier problema de convivencia, porque sabía que yo le escuchaba activamente y le daba la razón con diplomacia.

Recuerdo que al día siguiente de aquel vergonzoso suceso llamó el vecino a la puerta.

Hola, ¿qué hay?

Pues verá, no me gusta molestar, pero es que ayer a la hora de la siesta su hermana estaba dando unos gritos que no eran ni medio normales...

Ah, ya, eso... bueno, en realidad tenía motivos para gritar porque le pegué unos tiros con la escopeta...

El vecino me miró incrédulo. Imagino que pensaría que me estaba cachondeando de él en su cara, porque le dije la frase con toda naturalidad y franqueza. O a lo mejor se fue contento y conforme  porque había disparado sobre mi hermana.

No lo sé, no volvió jamás.



jueves, 11 de junio de 2020

La profanación y el fantasma

Nunca tuve ocasión de echar raíces.

Desde pequeño nos íbamos mudando de un lugar a otro y no tuvimos una casa fija. No reniego de mi vida, ni siquiera estoy seguro de que sea beneficioso aferrarse a un espacio. 

El caso es que, a diferencia de muchas otras personas —como mi mujer—, no dispongo de ese refugio o santuario que puede representar en algunas ocasiones volver al lugar donde te criaste, en el que creciste; esa especie de alivio vicario de regresar a la protección y la seguridad del útero materno.

Utero materno, caldo primordial primigenio
Soy tan pobre que no dispongo ni de un lugar para la nostalgia...

El único piso en el que duramos un montón de años fue el de Madrid. Una casa estupenda, enorme, situada en una zona privilegiada de la capital, con el metro justo al lado. Estuvimos allí cerca de treinta años.

Recuerdo el día que llegamos a verlo por primera vez: estaba totalmente vacío y resonaban allí nuestras voces aún infantiles jugueteando por aquellos largos pasillos... A mis padres se los veía muy ilusionados porque era el primer piso que "estrenaban".

Llegó un momento en el que había que decidir entre seguir alquilándolo o comprarlo a un precio inferior al del mercado. Mi padre no quería líos y pretendía seguir así, de alquiler a un precio ridículo, pero sus hijos le convencimos de que se trataba de una gran oportunidad. Y lo era.

Pero, ay, vino la crisis y las subidas del Euribor. Mi padre no estaba a gusto con esa espada de Damocles de que llegara un momento en que no pudiese pagar esas cuotas altísimas crecientes y antes de que se produjese tal posible ruina decidió malvender la casa. Una pena. Acabó echándola de menos, lo sé, aunque no tenía sentido andar recordándolo.

Y ahora me ha dado por pensar que si el fantasma de mi padre anduviere por el mundo —atrapado de alguna manera, como en las películas de fenómenos paranormales— regresaría a esa casa, a su lugar favorito en el mundo: el sillón frente a la tele.

Allí me senté con mi padre tantos viernes por la noche a finales de los setenta para ver juntos el programa de José Luis Balbín «La Clave»...

Fotograma de la película de Howard Hawks 'Only Angels Have Wings'
Fotograma de la película de Howard Hawks 'Only Angels Have Wings'

Recuerdo también otra noche, con mi padre lejos de casa, viendo con mi madre aquella vieja peli de Howard Hawks en blanco y negro: Only Angels Have Wings.

Asimismo puedo visualizarme en el verano de 1985 o 1986 jugando a videojuegos conectando a la tele el ZX Spectrum mientras en la radio suena a todas horas el We Are The World.

Y ese mismo verano viendo pelis en el reproductor VHS de madrugada yo solito, con un auricular en un oído para no despertar a nadie ni molestar a los vecinos.

ZX Spectrum, reproductor y cinta VHS y disco de We Are The World
ZX Spectrum, reproductor y cinta VHS y disco de We Are The World

Me desentendí de aquella triste historia de la venta del piso y ni siquiera he vuelto por allí.

Pero hace unos años mi madre me dijo que había visto en internet unas fotos de la casa. Se ve que los nuevos propietariarios habían encargado las reformas a una decoradora y habían puesto las fotos en alguna revista o algo así. Le pedí que me pasara el enlace. Y allí estaba mi  piso. Mi habitación profanada, como todas las demás.


El salón de mi antigua casa, donde se ambientaba 'La hija del coronel'
El salón de mi antigua casa, donde se ambientaba 'La hija del coronel'


Y así lucía tan modernillo nuestro antiguo salón. Al fondo había antes una terraza, desde las columnas hacia el fondo. Parece pequeño por la perspectiva, pero era una gran terraza. El lugar donde está la chaise longue es justo el sitio donde se sentaba mi padre en su sofá: su sitio. Sí, en plan como Sheldon Cooper, si venían amigos a casa había que prevenirles: eh, quita de ahí, que es el sitio de mi padre. Sagrado. Ahora profanado. 

Este es el salón familiar donde tantas comilonas multitudinarias celebramos. Donde está inspirado el relato de La hija del coronel. El lugar del mundo del que puedo sentir mayor nostalgia.

Si los nuevos habitantes de la casa empezáis a observar fenómenos extraños.... ¡huid, insensatos!

miércoles, 10 de junio de 2020

Sigan avanzando...

...y Vanzando y los demás se perdieron en la selva.

Así rezaba aquel viejo chiste corto antiquísimo.

Pero ahora para mí es como un grito de guerra: tengo que seguir avanzando.

Llevo años estancado con una novela, incapaz de darle un forma global, solo podía funcionar en trocitos sueltos que se iban negando mutuamente. 

Así que en vez de seguir empujando como un mulo me he parado a pensar cómo resolver definitivamente el atranque. He cotilleado por la red a ver cómo resuelven ese problema algunos escritores, lo de darle una forma, un esquema, una línea de tiempo, cronograma o como quiera llamarse eso.

He aquí el resultado gráfico de alguna de mis averiguaciones:

Manuscrito del plan de Henry Miller para Trópio de Capricornio

Norman Mailer
Esquema de uno de mis favoritos: Norman Mailer


Aquí los cacaos gráficos de la autora de Harry Potter
Aquí los cacaos gráficos de la autora de Harry Potter

Marta Sanz
Marta Sanz también se maneja virgueramente en la complejidad

Bueno, cada uno tiene su estilo, pero todos tienen una guía que seguir, lo que a mí me faltaba, así que me he puesto manos a la obra y finalmente he conseguido esto:

Mi mesa de trabajo con el corcho nuevo
Empecé con post it en un cuaderno y acabé pasándolo a un tablero con fichas

Y también me he hecho un cuadro muy visual con los personajes principales
Y también me he hecho un cuadro muy visual con los personajes principales

Ahora puedo hacerme una idea global bastante rápida y efectiva consultando esos dos cuadros.

Peeero, también estaba harto de que la pereza y el despiste me tuviesen deseperado buscando archivos con partes de la novela (uno solo se me hacía inmanejable) y he decidido buscarme un programa específicamente diseñado para escritores, ideal para una novela.

Todo el mundo parece usar Scrivener, pero yo me he decidido por la alternativa gratuita diseñada por un escritor: yWriter6.


Mi novela en yWriter6
Mi novela en yWriter6


Es fácil de aprender a usar, hay algún manual en español en PDF y algunos tutoriales en Youtube. 

He tardado en trasladar la novela completa a ese programa, pero ahora al fin respiro tranquilo sabiendo que está todo en un solo sitio, el conjunto a la vista en un instante y con mis comodines visuales. Veo que tengo casi 40.000 palabras pasadas, pero eso tiene mucho trabajo de poda pendiente.

En fin, al menos ya estoy en condiciones de avanzar hasta el final con todo el camino despejado y con un poco de pendiente favorable.

¡Deséenme suerte!

* * *



Y una vez acabada la interesante lectura de Patrimonio de Philip Roth, ahora tengo varios candidatos en la pila de libros pendientes... no sé por cuál decidirme de entre esta docena de sugerentes títulos.

Diario del asco de Isabel Bono y once portadas más
¿A por cuál me lanzo? Me va a pasar como al asno de Buridán...

sábado, 16 de mayo de 2020

Orgasmos cinéfilos y revisión de viejos cuadernos.


En viendo que la cuarentena esta iba para largo y aunque estoy abonado a casi todas las plataformas de streaming estrimin: Movistar+, HBO, Netflix, Amazon Prime Video, FlixOle, Rakuten, Dazn, etc, decidí suscribirme a la única que en realidad merece la pena (7,99€ al mes para más de 10.000 títulos), que además es española y resulta —¡de lejos!— la más rentable en relación precio/calidad (y con la ventaja adicional de que podemos usarla mi hija y yo a la vez):

Poster de la película de Álex Montoya "Asamblea".
El suscribirme ha sido una auténtica gozada, me he vuelto loco consultando el impresionante catálogo de todo tipo de joyas cinéfilas que alberga, se me iba haciendo la boca agua. 

Excitado cual niño con zapatos nuevos... joé, qué expresión más antiquísima, ¿no? Si le regalara a mi sobrinillo unos zapatos lo más suave que me diría es:

Métetelos por el culo, boomer.

Ahora la expresión debería actualizarse a "como niño con consola nueva", o algo así.

En fin, como decía, lo primero que hice al darme de alta en Filmin fue disfrutar del estreno mundial online del primer largometraje de mi colegui de es.rec.cine Álex Montoya con su película "Asamblea"

Toda una experiencia, con un potente guion basado en una obra teatral, muy bien rodada y con un elenco de auténtico lujazo: Greta Fernández, Cristina Plazas, Francesc Garrido, Irene Anula, Marta Belenguer, etc.

Pero qué voy a decir yo del amiguete Álex... nada más que cosas buenas, pero como no quiero por ello dejar de recomendarles su película dejaré que sean los críticos de EL PAÍS y ABC quienes den cuenta de sus virtudes:

Crítica de Javier Ocaña en el diario EL PAÍS acerca de la peli Asamblea de Álex Montoya
Crítica de Javier Ocaña en EL PAÍS acerca de la peli Asamblea de Álex Montoya
Crítica de Oti Rodríguez Marchante en el diario ABC sobre el filme Asamblea de Álex Montoya
Crítica de Oti Rodríguez Marchante en ABC sobre el filme Asamblea de Álex Montoya
 Así que ya saben, no se la pierdan, está en Filmin.


* * * * *


En estos días de confinamiento —con esa cualidad nebulosa de irrealidad protodistópica— me ha dado por poner un poco de orden en mis cuadernos, algunos antiquísimos.

Estaba revisando uno de ellos, uno feucho, de esos finitos con espiral a la izquierda, de cartoncito blandengue en la portada y con cincuenta hojas de papel milimetrado. Me preguntaba por su antiguedad y observo que tomé una nota reflexiva tras la lectura de una noticia en la prensa. ¡Por aquel entonces yo compraba el periódico en papel! 

Realizada la pertinente datación con carbono 14 resulta que el apunte corresponde... ¡al milenio pasado! Nada menos que al 4 de septiembre de 1999. 

Portada del diario EL PAÍS del día 4 de septiembre de 1999


Por entonces el diario EL PAÍS costaba 125 pesetas. 

Y aunque en aquellos días se hablaba del repliegue israelí en Cisjordania, de la guerra de los Balcanes, de los terribles crímenes sin resolver que se cometían en ciudad Juárez o de la preocupación que había por aquello tan presuntamente terrible del "efecto 2000" en los ordenadores, a mí lo que me llamó la atención y anoté en mi cuaderno aquel primer sábado de septiembre fue un suceso local, como puede verse en la siguiente foto:


Anotación manuscrita en uno de mis cuadernos
Anotación en uno de mis antiguos cuadernos

Me sigue dando yuyu...


* * * * *


Por cierto, aquí les dejo el trailer de Asamblea.



Saluti a tutti!

viernes, 8 de mayo de 2020

Haiku a la muerte de su padre.


Móvil silenciado. Me acomodo en el sillón, cierro los ojos y practico la respiración abdominal. Docenas de pájaros gorjean afuera.

Trato de no pensar en nada, de vaciar la mente. Cuesta, pero una vez que me relajo y consigo adormilar al primate neurótico que pervive en nuestros cerebros, me concentro en hacer emerger los primeros recuerdos de mi vida.

Tras unos minutos reconectando neuronas aparece nítido un momento que permanecía oculto en algún rincón.

Alimentando el cerebro


Debía tener cuatro años, vivíamos cerca de Madrid y había un caminito sin tráfico, pero asfaltado: una cuesta pronunciada. Papá me había comprado un cochecito de pedales. Lo sube hasta la cima, me alecciona para que sujete firmemente el volante sin girarlo hasta llegar abajo. Quizá ya entonces me llamaba con ese nombre cariñoso que me puso y que tanto me gustaba oír: Atitito. Me suelta y el coche se acelera. Corre a mi lado por si me escoro. La velocidad tremenda que adquiero con la bajada me provoca un subidón de adrenalina excitante y cuando al fin me detengo derrapando, grito:

—¡Otra vez, papá!

Jamás me cansaba de experimentar tan emocionante sensación. Se le atribuye a Aldous Huxley la frase de que la velocidad es el único placer genuinamente moderno. A mi padre le fascinaba la velocidad, ya fuera en coche, en moto… o en caída libre. Probablemente por eso se hizo paracaidista, aunque él era artillero. Ahora acude a mí el recuerdo de cuando fuimos —por aquella misma época— a la base aérea de Alcantarilla para ver uno de los saltos en paracaídas de papá. Me sorprendo excitado mirando al cielo, aguardando la aparición de mi padre.

¿Cómo lo vamos a reconocer, mamá?

Me ha dicho que llevará un pañuelo blanco atado en la bota derecha.

Entusiasmado sigo al avión con la mirada y me percato de que mi madre está muy asustada y no entiendo el motivo: mi padre es un superhombre al que nada malo puede ocurrirle. 

Recuerdo también cuando en una gasolinera cuatro hombres pelearon contra papá, yo estaba tranquilo confiado en que saldría victorioso, pero mi madre —aterrada— tocaba el claxon y gritaba pidiendo auxilio. Aquellos tipos se dieron a la fuga y mi padre al regresar al coche dijo:

Uno me ha mordido en la mano, voy a tener que ponerme la antirrábica.

Papá se marchó un año, a finales de los sesenta, a hacer un curso de especialista en misiles a los Estados Unidos. Cuando volvió nos trasladamos de Madrid a San Roque, porque su nuevo destino era en una unidad para la defensa del Estrecho de Gibraltar.

Ahora te estoy viendo con tus aletas y las gafas de bucear desapareciendo en el mar, hacia el Peñón. A veces tardas horas y mamá se asusta cuando va anocheciendo y no has regresado, pero siempre vuelves para cuidarnos. Como aquel día que mis hermanos y yo aguardábamos impacientes que transcurrieran dos horas para poder bañarnos o —aseguraban entonces— moriríamos horriblemente de un corte de digestión. Jugábamos en la misma orilla, osando internarnos en el mar lo suficiente como para poder llenar el cubo. Mi hermana menor perdió pie con el escalón del lecho marino donde empezaba la zona que cubre, cayó boca arriba haciendo el muerto y fue arrastrada velozmente por una corriente de agua.

Alarmado corrí pesadamente sobre la arena hacia la terraza donde los mayores tomaban café gritando:

¡Papá, Silvia se ha caído al agua!

No había recorrido la mitad del camino cuando mi padre se cruzó conmigo corriendo en sentido opuesto, se lanzó de cabeza a la corriente que arrastraba a la pequeña y cual Johnny Weissmüller la alcanzó y la sacó en brazos a la orilla.

Más que esas virtudes, lo que me ha fascinado siempre de mi padre es su sabiduría y su manera de ser tan espontánea y alegre.

Siendo bachiller las matemáticas parecían un arcano inaprensible para mí, pero se convertían en sencillos divertimentos cuando papá me las explicaba en casa.

En ocasiones, si veía a mi madre muy desanimada, sabía cómo cambiar su humor. Decía:

Prepárate, que nos vamos unos días de viaje.

Mi padre y yo fotografiados por mi madre en el verano de 1968, de camino al pantano de San Juan.
Mi padre y yo en el verano de 1968.

Tenía esos inesperados y agradecibles comportamientos espontáneos. Como aquella vez que me empeñé en ver el cielo nocturno y nos llevó a una montaña a treinta kilómetros de Madrid para contemplar las perseidas.

Estudié en un internado militar. Me expulsaron por mal comportamiento y bajo rendimiento académico. Pero yo estaba enamorado de una chica de allí, la que hoy es mi mujer. Ante mis ruegos, papá redactó un escrito recurriendo mi expulsión. Fui readmitido.

Málaga: no me arranca el coche. Le digo a mi mujer que voy a una cabina a telefonear a mi padre.

Llama a una grúa, ¿qué puede hacer tu padre?

¿Qué podía hacer? ¡Magia!

Siguiendo sus indicaciones puse punto muerto y desplacé un metro el coche… y entonces arrancó. 

Tampoco era un santo. En las celebraciones religiosas familiares, al igual que yo, se quedaba en las puertas de las iglesias fumando, hacíamos buen equipo.

Él un día dejó de fumar, sin ayudas ni lloriqueos. Y no le importaba que fumásemos ante él.

Tenía su reverso tenebroso que deliberadamente obviaré. 

Un par de defectos: era un malqueda con las despedidas, las evitaba. Tampoco quería entrar en los hospitales, decía que de allí sales con lo que no has entrado.

Me subleva pensar que tú, padre, siendo un personaje tan admirable para mí, como tantas personas mayores que habrán sido modelos fundamentales para otras, seáis ahora simples cifras insignificantemente desindividualizadas en unas groseras estadísticas de ancianos fallecidos por Covid-19.

Desearía ser Jorge Manrique y componer las Coplas por la muerte de su padre, pero en mi modestia de aficionado junta-letras en los tiempos del Twitter me conformaré con perpetrar este sencillo haiku:

Genio y figura,
hasta tu último adiós  fue
a la francesa.

La próxima semana es mi cumpleaños y por primera vez en medio siglo no me tirarás  delicadamente de los lóbulos para felicitarme… y nadie en este mundo volverá a llamarme Atitito.

Haiku a la muerte de su padre.


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