Una vez más revivía mentalmente el momento en el que todo cambió, aquella mañana en la que fui a la piscina sin mis gafas de natación ni los tapones de cera y salí de allí con los ojos tremendamente irritados y los oídos taponados. Esa misma tarde el médico me recetó unas gotas para los ojos y otras para los oídos. Las compré en la farmacia poco antes de que empezara el partido.
En el descanso del duelo balompédico entre el Barça y el Bayern de Munich recordé que debía ponerme las gotas. Fui a por ellas y entonces Luis Suárez recortó el marcador poniendo el 4 a 2... ¡la remontada parecía posible! Estaba intentando leer la minúscula letra de uno de los prospectos cuando Kimmich anotó el quinto para los germanos, acabando con las esperanzas culés. Entonces fue cuando me lié con las gotas...
Me sacó del ensimismamiento un cliente:
—Deme un cuponcito para esta noche, acabado en 28...
Genial.
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