Los humanos estamos diseñados para adorar a los bebés: esas criaturas chiquititas, con cabeza grande y circular y ojos grandotes y redondotes.
Por esa misma razón nos seducen estéticamente nuestras hermosas mascotas: los perros y los gatos también tienen formas redondeadas, grandes ojos y son chiquitines.
Los robots para el cuidado de ancianos los diseñan también con esos mismos parámetros.
Y es por eso que diseñaron a Grogu —antes también conocido como Baby Yoda o El Niño— con esas mismas características.
Y funcionó tan bien que encandiló incluso a alguien tan gruñón como Werner Herzog.
Es una anécdota conocida que durante el rodaje, y tras hacer unas escenas con la marioneta robótica de Baby Yoda, los directores le pidieron al mítico director germano volver a grabar dichas tomas, ya sin el muñeco. Su intención era probar con una versión 100% digital del diminuto personaje verde, cosa que no le gustó para nada al alemán, que les recriminó con su intimidante vozarrón:
—¡No sean cobardes, déjenlo así como está!