miércoles, 12 de enero de 2011

Top 5: Los más patéticos personajes masculinos de las series de televisión

Pues hoy, en mitad de cierto plácido aburrimiento, voy a confeccionar un ranking con los que son para mí los cinco personajes masculinos más agilipollados de las series de televisión.


TOP 5 MASCULINO: LOS MÁS ATONTAOS
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Jason Stackhouse de «True Blood»
1/ Jason Stackhouse de «True Blood»

Es el hermano de Sookie, el tipo más rematadamente imbécil de todas las series de televisión de todos los tiempos. Los guionistas se pasan tanto con él y se lo toman tan a broma que en algún capítulo han puesto en su boca diálogos de retrasado mental directamente. Inestable a tope, tan pronto está a favor de algo como de todo lo contrario. Cuando le da por alguna cosa se lanza a por ello de cabeza. Ignoro si en las novelas en las que se inspira la serie el tipo es tan sumamente imbécil como en la serie de la tele (se  lo preguntaré a mi amiga Lara, que se las ha leído).

Phil Dunphy de «Modern Family»
2/ Phil Dunphy de «Modern Family»

El perfecto prototipo del «panoli». Un tipo que constantemente se esfuerza por hacerse el guay obteniendo los penosos efectos adversos que de tan antinatural actitud cabe esperar. Su mujer le ningunea y sus hijos le ignoran. Ni siquiera consigue despertar ternura en mí como espectador porque no puedes evitar pensar que se merece lo que le ocurre.

Ted Mosby de «Cómo conocí a vuestra madre»
3/ Ted Mosby de «Cómo conocí a vuestra madre»

Otro capullo que por ir permanentemente de guay no se come una rosca. Este está además convencido de su guayquismo militante, es decir: el tipo "se cree" mejor que Barney Stinson, moralmente por encima. No me extraña que Robin Scherbatsky acabara acostándose con Barney, tras haber sufrido durante meses al palizas de Mosby. ¿Cómo se puede ser tan gilipollón? Un tipo loco por enamorarse de quien sea... ¡espabila, Ted!

Tom Scavo de «Mujeres desesperadas»
4/ Tom Scavo de «Mujeres desesperadas»

Este es el calzonazos paradigmático. Pobre hombre que parece buen tipo, pero que vive una triste y muy gris vida a la sombra y bajo el yugo de su horrible e insoportable esposa. A veces espabila un poco y se percata de lo penosa que es su vida, pero siempre -cuando parece a punto de rebelarse- aparece la sargenta y le come el tarro para que siga siendo un patético sumiso. Este es el personaje de ficción más increíble de todos: no existe un tipo en el planeta que aguantase en realidad un matrimonio junto a la estúpida de Lynette. ¿Que se estrella un avión en Wisteria Lane? Me lo creo sin problemas. ¿Que un hombre aguantaría a esa perra durante años? ¡Venga ya!

5/ Randy Hickey de «Me llamo Earl»

Este es en puridad el más atontao de todos los personajes, pero precisamente por eso, ¡por tonto!, sólo le voy a dar el quinto premio, porque este es un bobo bastante simple, de trazo muy grueso. Y además es de los que cae simpático, no como los cuatro que le anteceden que me caen fatal. ¡Viva la simplez inocentona e infantiloide de Randy!


P.S.- Próximamente: Top 5 petardas femeninas de las series de TV.

jueves, 6 de enero de 2011

¡Los reyes se han llevado mi tabaco!

Se recomienda oír esta música de fondo mientras se lee esta entrada.

Paranoias

La noche del cinco de enero de 1973 -a mis cinco años de edad- en San Roque (Cádiz) me levanté de la cama después de medianoche, supongo que nervioso en aquella mágica madrugada, para hacer pis.

Ya en el pasillo, camino del lavabo, vi que había luz en el salón y de allí salían unas risas. Abrí la puerta, me asomé y vi a mis padres y a mi tío Armando que me miraban -y se miraban entre ellos- con reproches y con disgusto, mientras (haciendo malabares) mi padre trataba de ocultar de mi vista los juguetes con los que el tío Armando se divertía con indisimuladas risas.

A la mañana siguiente me encontré con que los reyes magos me habían traído un montón de juguetes y tuve mi primer déjà vu al contemplar esos juegos que había atisbado fugazmente la noche anterior, como en sueños.

Destaco especialmente de entre aquellos regalos uno que de alguna manera marcó mi futuro: la camiseta del F. C. Barcelona. ¿Qué tiene de especial? Pues… que mi familia es madrileña y madridista, para más guasa. Mi madre –que no sabe ni quiere saber nada de fútbol- se ve que se retrasó al enviar la carta a Sus Majestades y como ya no quedaban camisetas del Real Madrid y el niño no se iba a quedar sin su camiseta… pues allí amaneció la chamarreta del Barça conllevando el inesperado nacimiento de un culé madrileño.  Después tuvo que coserme un 14 a la espalda. Aunque el “juguete” favorito de mi infancia en realidad fue un atlas geográfico que tenía mi padre.

Cuatro días después, el diez de enero de 1973, en televisión española proyectaron una película: «El fantasma y la señora Muir». A mí ya me gustaba mucho el cine, pero pensaba en cómo podría acordarme de mayor de cuál había sido la primera película que yo había visto, así que decidí memorizar el título de aquel largometraje como el primer film de mi vida. Al final me quedé dormido viendo la película, pero sigo recordando aquel título como consecuencia de mi capricho infantil.

Ayer, 5 de enero de 2011, después de varios años peleado con mi escáner sin ser capaz de configurarlo bien en ninguno de mis tres ordenadores (cada uno con un sistema operativo diferente) al percatarme de que siempre me daba el mismo mensaje de error, que me remitía al manual de instrucciones, que vaya usted a saber dónde estará –si está- se me encendió una pequeña luz en el cerebro: ¿y si lo que está averiado es el cable y no el escáner? Probé a conectarlo con otro cable nuevo… et voilà: al fin funciona perfectamente. Ayer fui a casa de mi madre y me traje casi un centenar de fotos antiguas para escanearlas (ocurrencia inspirada por el bueno de Javier Berasaluce, quien al parecer es hijo del ex jugador de fútbol del mismo nombre, que fuera portero del Real Madrid).
El día 14 de mayo de 1979, día de mi duodécimo cumpleaños, mi tío Armando me regaló uno de los libros con los que más he disfrutado en mi vida: las novelas completas de Stefan Zweig. Recuerdo como mis tres grandes favoritas, por este orden:

-«La piedad peligrosa» o «La impaciencia del corazón» 

-«Una partida de ajedrez» o «Novela de ajedrez»


-«Carta de una desconocida»


Me extrañó que en el lomo de aquel libro gordo de pastas verdes de Editorial Juventud pusiese el número I llamándose el libro “Obras completas”. Luego pude deducir, cual hábil Sherlock Holmes- investigando un día en la biblioteca del cigarral de Armando- que mi cumpleaños debió cogerle desprevenido al tito y, sin tiempo para comprar un regalo, tomó el primer volumen de aquellos cuatro de Zweig y se convirtió en mi improvisado obsequio.

En un día indeterminado del año 1981, el mejor amigo de mi infancia, Carlos, me condujo a un lugar apartado con cara de misterio y sólo entonces sacó de su calcetín un paquete de tabaco que la había cogido a su padre. Era una cajetilla de un tabaco rubio que unos amigos venezolanos  le habían traído como obsequio a su padre. Dado que el hombre era un fiel fumador de tabaco negro, aparcó aquel cartón de rubio en un armario. Mi amigo Carlos decidió que aquel cartón serviría para iniciarnos en el tabaquismo. Aquella fue la primera vez que prendí un pitillo. Me dio un asco terrible, pero a todo acaba acostumbrándose uno y poco después me convertí en un fumador compulsivo. Casi tres paquetes diarios para un idiota con problemas de asma y poca predisposición para el deporte no parecen la elección más acertada.

El siete de diciembre de 2002, en plena gripe, repentinamente, tomo la drástica decisión de dejar de fumar, pese a que tenía guardado un cartón de Camel casi entero. El mono fue terrible, tremendo, insoportable, pero ante los repetidos ataques del diablo tentándome para que volviera al vicio me consuelo a mí mismo en mi entereza insobornable diciéndome que algún día lejano volvería a fumar, pero sólo después de haber tenido cojones para vencer al tabaquismo. Engordé más de cinco kilos y las pasé muy muy putas, pero finalmente conseguí dejar el tabaco radicalmente y sin ayuda ninguna. Sólo en algún sueño volvía a prender un cigarrillo, entonces me despertaba hecho polvo, pero aliviado porque sólo se trataba de una pesadilla.

Cinco años y pico después, ampliamente superada mi adicción, en las navidades de 2007, decido caprichosamente que –tal como me prometí- volvería a fumar tras haber limpiado mis pulmones después de un lustro sabático sin nicotina. Al principio fumo algún pitillo suelto. Con el tiempo voy subiendo el consumo y desde hace un año fumo en torno a un paquete diario.
El sr. agachado y la sra. de rojo, mis aparecidos.
Esta noche se me han aparecido en sueños dos personas recientemente fallecidas: los padres de mi amigo Carlos. Él llevaba tiempo conectado a una bombona de oxígeno por culpa de un cáncer de pulmón. Falleció y poco después murió su mujer, también de cáncer. Creo que me han dicho en sueños que lo de morirse no estaba tan mal, pero que dejara de fumar ya. También me dijeron que le asegurara a Carlos que estaban bien, pero no tengo su e-mail…

Hoy, seis de enero, he decidido que ha llegado el momento de despedirme del tabaco para siempre.

¿Qué te han traído los reyes?

Pues este año estaba previsto que cayera al fin el anhelado Kindle para hartarme de leer sin quedarme ciego, pero habida cuenta del pánico que le tengo al mono del tabaco –y a engordar unos buenos kilos- los reyes se han dejado caer –en lugar del e-reader- con una cajita de Champix para cuatro semanas. Así que ya hay fecha para mi último pitillo: el día trece de enero.


Sra. Maif
Sus majestades se han portado trayéndome un vale regalo para un Spa para dos personas: la señora Maif y yo.


También me han traído una extraña prenda a la que al parecer llaman chándal, supongo que será una indirecta.

También sus majestades, sin duda hartos de mi favoritismo por un jersey al que le tengo especial afecto -y que me suelo poner casi siempre- me han traído uno muy parecido, pero de otro color y con el cuello distinto.
Así mismo ha tocado recambio de móvil, un Samsung Wave que he estado trasteando por encima y me he quedado acongojado con lo que avanza la técnica, me he conectado desde él por wifi al blog del Sap y he leído en la pantalla del trasto un post entero y hasta he sabido escribirle un comentario desde el aparatillo de marras con una pantalla táctil de increíble precisión -pese a mis dedazos- qué cosas.



Y por último –pero no menos importante- he sido obsequiado con una cafetera de aluminio de las de toda la vida para tomar un buen café comme il faut, que ya está bien de gilipolladas del George Clooney, de nespresos y capsulitas.


Moraleja



Érase una vez que se era el cuento de la lechera (lectora): con lo que me ahorre en tabaco ya me haré con el kindle para mi cumple.

Carpe diem, señor@s, que pronto hay que volver al trabajo o al cole, ay.

La noche de los Oscars de Hollywood 2024

Esta entrada viene a ser Los Oscars de Óscar (Maif). Gran ceremonia la de anoche en los premios Oscar de la academia estadounidense. Bien el...