Al fin, después de tantas horas de dedicación (muchas de ellas perdidas inútilmente, snif) he conseguido acabar mi libro de relatos. Lo voy a enviar a la plataforma online para su revisión y la próxima semana estará disponible, ya pondré aquí un enlace para los interesados.
Quiero agradecerle especialmente a mi amigacho Sap su generosísima colaboración, pues no sólo ha sido fundamental su ayuda para la corrección de los textos, sino que además me ha escrito un maravilloso prólogo, eso es un amigacho comme il faut.
Finalmente el libro recoge diez relatos, escritos en diferentes épocas, un total de 150 páginas. Primero sacaré la versión en papel y después haré una versión electrónica (¡no vale el mismo archivo para ambas!).
Les dejo con un pequeño adelanto del prólogo de Sap:
Un elemento, a manera de médula espinal cruza estos relatos y este no es otro que lo interno, lo cerrado. En efecto, jugando al psicoanalista de pacotilla, puede observarse que en la gran porción biográfica con que se topará el lector en estos textos, es la experiencia del autor como estudiante en diversos internados la que impregna de manera significativa el libro, haciendo que los argumentos se desarrollen casi siempre en compartimentos estancos: el propio internado, un salón donde se organiza una cena tumultuosa, la celda de una cárcel, el vagón de un tren... Sea por ello que tal vez un eco de sus pasadas experiencias explique que el lugar que más feliz hace a Maif no sea otro que una sala de cine, el claustro de los sueños. De hecho, cinéfilo y cinéfago como es, Óscar Maif no deja duda a lo largo de los cuentos de su cinefilia y cinefagia, no solo por estar éstos rebozados de guiños peliculeros, sino por parecer escritos con un prurito de montador de celuloide. Al menos, a mí se me antojó reconocer entre sus páginas rastros de la comedia negra española de los 50 o niños que parecen sacados de la nouvelle vague francesa, sustentado todo, como no podía ser menos, por el ligero vuelo del humorismo.