Taganana es el alias con el que participaba en el antiguo blog del escritor Antonio Muñoz Molina y actualmente en el foro que lo sucedió extraoficialmente, El Ilustre Cenáculo, el escritor Daniel Dilla.
En cuanto llegó a mis oídos la noticia de que mi compi de aquellos foros cibernéticos había publicado su primera novela no dudé un instante en hacerme con ella, sabiéndolo digno merecedor de confianza y atención, así como de su gran preparación literaria. De hecho, no esperé ni a que el libro me llegara, sino que compré directamente en la web de la editorial Plasson e Bartleboom la versión electrónica para poder hincarle el diente de inmediato y también, cierto es, porque últimamente prefiero leer en e-book a leer en papel, cosas de mi proto-ancianidad, supongo. Otrosí digo que me encantaría que en la próxima feria del libro madrileña —que por mayo era por mayo— pueda hacerme con uno de esos hermosos ejemplares físicos con tan llamativa portada y dedicado por su autor in situ.
Así pues, he podido asignar un tiempo extra —del que habitualmente no dispongo— para la lectura de la novela, ya que con el programa Calibre me hice una copia en formato PDF para poder leer también en la pantalla del PC, aparte de disfrutar de la lectura del EPUB en mi dispositivo Kobo. Y a mayores pasé una copia a una app del móvil (android) en la que si le subes un ebook te lo convierte en un audiolibro con voces generadas por IA (de Eleven Labs, creo recordar), pero que son bastante decentes, sin la teatralidad de los actores de doblaje —cierto es—, pero muy dignas y con diversas voces masculinas y femeninas para elegir, pudiendo así mismo adecuar la velocidad de lectura (yo en algunos fragmentos iniciales particularmente densos usé una voz masculina a una velocidad de 0.90x; y en cambio ayer, mientras paseaba por el campo en paralelo a las vías del AVE junto a mi perrita Dakota, concluí la lectura-audición seleccionando la agradable voz femenina —QMF, virtualmente— llamada "Sara Martín" a una velocidad de 1.10x).
Son cuatrocientas páginas, una buena tirada.
La historia es atractiva: a un tipo, una señora X le hace la trece-catorce dejándole al cuidado de un perro mientras la individua entra a comprar "tabaco". Naturalmente, la mujer desaparece y el prota de la historia se queda con el animalito sin saber muy bien qué hacer.
Y aunque la novela se titula Odiseo porque se supone que el perro siempre vuelve a su Ítaca mitológica, lo cierto es que el perrillo tiene tantas "ítacas" como narradores distintos la novela (el animal aspira simplemente a la tranquilidad de un humano que lo cuide), así que más bien acontece, no como en el relato homérico, sino como en el breve cuento que escribió el magnífico escritor uruguayo Mario Levrero titulado "Historia sin retorno Nº 2"
Un perro, Campeón. Vivía solo con él y llegó a incomodarme. Lo llevé al bosque, lo dejé atado con una piola que pudiera romper con un poco de perseverancia y volví a casa.En un par de días lo tuve rascando la puerta; lo dejé entrar.Se me hizo intolerable; lo llevé a un bosque más lejano y lo até a un árbol con una piola más gruesa (sabía que el defecto no estaba en la piola sino en la fidelidad del animal, quizás tenía la secreta esperanza de que esta vez no pudiera liberarse y muriera de hambre).Volvió algunos días después.Entonces supe que el perro volvería siempre. No me atrevía a matarlo por temor a los remordimientos; y pensé que aunque lograra efectivamente perderlo, en un bosque más lejano aún, viviría con el temor constante de su regreso; atormentaría mis noches y enturbiaría mis alegrías; me ataría más su ausencia que su presencia.Entonces dudé apenas un instante ante la majestad del bosque compacto que se alzaba ante mis ojos -umbrío, imponente desconocido-; resueltamente, comencé a internarme, y seguí internándome hasta que, finalmente, me perdí.
Así pasa aquí también, Leonardo Agualusa deberá extraviarse en su propio bosque del porvenir para lograr deshacer esa unión que enseguida se forja con Odiseo.
La novela empieza un poco como aquellos relatos de Woody Allen recogidos en Cuentos sin plumas porque da comienzo con un prologuista que parece pretender (Cómo) acabar de una vez por todas con los prólogos. Después, este mismo prologuista, un vecino del prota, nos narrará en primera persona las vicisitudes acontecidas a Odiseo antes de arribar al puerto (a la puerta) de su vecino.
Esto del perro narrador, siendo original, no es del todo novedoso, pues ya se había hecho antes; recuerdo ahora, por ejemplo, Flush de Virginia Woolf o Tombuctú de Paul Auster, pero tiene su punto.
El peso mayor de la narración lo lleva el personaje principal, Leonardo, aunque contaremos con varios más. Como en la célebre película Rashômon de Akira Kurosawa, que se basaba formalmente en un relato de Ryūnosuke Akutagawa titulado "En el bosque" (藪の中, Yabu no naka, de 1922) en la que la película imita su estructura narrativa, en donde diferentes personajes ofrecen versiones contradictorias de un mismo evento. De modo análogo, aquí contamos con diversos narradores que nos irán explicando su versión de la historia en primera persona.
Daniel Dilla debuta con esta ambiciosa opera prima en la que se atreve a experimentar formalmente en diversos aspectos. Por un lado, me recuerda un poco al debut novelístico de Eduardo Mendoza con La verdad sobre el caso Savolta, donde el autor se sirve de diferentes materiales literarios fragmentarios para presentarnos la historia, pero también me recuerda un poco al virguero debut en la novela de Antonio Muñoz Molina con Beatus Ille, en la que igualmente se suceden acciones en distintas épocas y se hurta alguna información al lector.
Las tres novelas debutantes comparten una estructura narrativa que rompe con la linealidad cronológica. Beatus Ille presenta una superposición de diferentes niveles temporales y narrativos; La verdad sobre el caso Savolta se construye a partir de la yuxtaposición de diversos documentos y perspectivas, y Odiseo mezcla sucesos del pasado y del presente a través del monólogo interior de su protagonista. Esta fragmentación temporal y narrativa, presente en las tres obras, genera una sensación de desorden y caos que desafía las convenciones tradicionales de la novela. Aunque con diferentes estrategias, las tres novelas presentan una multiplicidad de voces y perspectivas que cuestionan la autoridad de un único narrador. En Beatus Ille, la historia se construye a través de las reminiscencias de varios personajes; en La verdad sobre el caso Savolta se recurre a una variedad de documentos y testimonios y en Odiseo, aunque predomina el monólogo interior de Leonardo, la inclusión de diálogos, la voz del prologuista y las referencias a otros personajes generan una sensación de pluralidad.
La tripleta que analizamos se caracteriza por su hibridación de géneros y materiales. Beatus Ille integra cartas, documentos históricos, diarios personales y recortes de prensa. La verdad sobre el caso Savolta incluye recortes de periódicos, informes policiales, cartas, declaraciones judiciales y otros documentos. Odiseo, por su parte, combina monólogo interior, descripción, diálogo, reflexión filosófica y análisis del proceso de escritura. Esta mezcla de elementos contribuye a la complejidad y riqueza de la narrativa.
Asimismo, las tres obras incurren descaradamente en la meta-narratividad, incluyendo momentos de reflexión sobre el propio acto de escribir y la naturaleza de la literatura. En Beatus Ille, esta conciencia se manifiesta en la reflexión de los personajes sobre la narración y el lenguaje, así como en la indagación de Minaya sobre la vida y obra de Jacinto Solana. La verdad sobre el caso Savolta incorpora reflexiones sobre la verdad y la ficción y un análisis del discurso periodístico. En Odiseo, la reflexión meta-narrativa se manifiesta en el cuestionamiento de la figura del prologuista, el proceso de búsqueda de un título y el análisis del proceso de creación literaria. Los tres libros exploran también la memoria como un proceso de reconstrucción del pasado. En Beatus Ille, la memoria es clave para comprender la historia de la familia y los secretos que esconde. En La verdad sobre el caso Savolta, la reconstrucción del pasado se articula a través de los recuerdos de Javier Miranda. En Odiseo, la memoria es el motor principal de la narración y un instrumento para entender la identidad del protagonista.
Los tres autores utilizan personajes inmersos en la historia para contarla. Minaya en Beatus Ille investiga la vida de Solana y la historia de la casa, mientras que Javier Miranda en La verdad sobre el caso Savolta es testigo y narrador de la historia. Leonardo en Odiseo es el creador y protagonista principal de la obra.
Por último, señalaré que las tres novelas comparten ciertos elementos que las acercan al género detectivesco. Beatus Ille presenta la investigación de Minaya sobre la vida y muerte de Jacinto Solana. La verdad sobre el caso Savolta se centra en la investigación del asesinato del industrial Savolta. En Odiseo, aunque de manera más sutil, también hay un componente de investigación a través de la búsqueda de significado y coherencia en el manuscrito.
Pero si tuviera que buscar en la actualidad un autor con quien comparar esta obra primera de Daniel Dilla, en realidad, a quien más me ha recordado es a Ottessa Moshfegh en sus primeros títulos, particularmente en Mi año de descanso y relajación.
Al analizar las similitudes entre Mi año de descanso y relajación de Ottessa Moshfegh y Odiseo de Daniel Dilla, se revelan puntos de encuentro significativos que trascienden las diferencias superficiales de trama y estilo. Ambas novelas, desde perspectivas bien diferentes, exploran temas como la alienación, la identidad, el aislamiento y la búsqueda de sentido en un mundo contemporáneo que se presenta como caótico y deshumanizado. Tanto la narradora de Moshfegh como el protagonista de Dilla, Leonardo Agualusa, se encuentran inmersos en un profundo estado de aislamiento. La protagonista de Mi año de descanso y relajación decide encerrarse voluntariamente en su apartamento, desconectándose del mundo exterior y sumiéndose en un estado de hibernación inducida por fármacos. Por su parte, Leonardo en Odiseo se distancia de su entorno social tras su divorcio y se refugia en la soledad de su apartamento, donde su vida gira en torno a su perro, sus reflexiones y su proceso de escritura. Ambos personajes experimentan una profunda alienación y buscan, a través de sus respectivos caminos, una forma de sobrellevar la existencia.
La narradora de Moshfegh, que se define a sí misma como privilegiada pero a la vez como una vagabunda, se debate entre su deseo de encajar en la sociedad y su necesidad de huir de ella. La hibernación se convierte en un intento de reconstruir su yo a través de un distanciamiento radical de su entorno. En Odiseo, Leonardo lucha por reconstruir su identidad tras su divorcio, explorando su pasado a través de la escritura y la introspección. La figura del perro, Odiseo, actúa como catalizador de este proceso de autoexploración y autoafirmación. En ambos casos, la búsqueda de la identidad se convierte en un viaje introspectivo lleno de dudas e incertidumbres.
Igualmente, ambas obras comparten una crítica implícita a la sociedad contemporánea, aunque desde enfoques distintos. Moshfegh retrata una Nueva York superficial y alienada, obsesionada por la apariencia y el consumo. La protagonista se rebela contra esta realidad mediante su retiro voluntario y su desprecio hacia las convenciones sociales. En Odiseo, se critica la superficialidad de las relaciones humanas, el conformismo social y la burocracia del mundo académico y editorial en el Madrid moderno. El protagonista se distancia de todo esto y se centra en su propia experiencia subjetiva. Esta crítica social se manifiesta a través de la ironía, el sarcasmo y la exploración de los límites de la racionalidad. Tanto Moshfegh como Dilla emplean la ironía y el humor negro como herramientas para abordar temas como la desesperación, el sufrimiento y la incomunicación. La protagonista de Mi año de descanso y relajación utiliza el sarcasmo y el autodesprecio para distanciarse de su entorno y de sí misma. En Odiseo, el humor surge de la distancia irónica del protagonista hacia su propio estado y del absurdo de ciertas situaciones. Esta estrategia permite a los autores tratar temas oscuros con una ligereza que resulta a la vez inquietante y reveladora, demostrando una voluntad de experimentación con la estructura narrativa. Moshfegh utiliza una narración en primera persona con un fuerte componente de monólogo interior que refleja el estado mental de la protagonista, incluyendo sus pensamientos, recuerdos y reflexiones oníricas. Dilla, por su parte, emplea una estructura fragmentada en la que se alternan reflexiones, recuerdos y diálogos en estilo directo e indirecto, creando una sensación de desorden y caos que refleja el estado emocional del protagonista.
Tanto la protagonista de Moshfegh como el narrador de Dilla reflexionan sobre el proceso creativo y la naturaleza de la escritura. En Mi año de descanso y relajación, la protagonista considera su año sabático como un proyecto vital que la llevará a una transformación personal, mientras que en Odiseo, la escritura se convierte para Leonardo en una forma de autoexploración y reconstrucción de su identidad. La novela se convierte en un espacio de reflexión sobre la creación artística y la relación entre vida y literatura. En ambos libros la conciencia meta-narrativa se hace evidente. A pesar de que las dos obras retratan la alienación y el aislamiento, también se vislumbra una búsqueda de un sentido trascendente. La hibernación de la protagonista de Moshfegh puede interpretarse como un intento de alcanzar un estado de conciencia superior o de hallar una respuesta a sus interrogantes existenciales. En Odiseo, Leonardo trata de encontrar un significado a su vida a través de la escritura, su relación con su perro y la reconciliación con su pasado. Esta búsqueda de sentido, aunque a menudo frustrada, añade una dimensión espiritual y filosófica a ambas obras.
Incursionen en este universo de Leo y Berni Agualusa, de Mateo León, de Elena Nevisca y compañía, si acaso están preparados para dejarse someter al runrún rumiacional de la loca de la casa, esos monos inquietos de la introspección en una mente atormentada y confusa, si están dispuestos a escuchar y padecer esos acúfenos sin dejarse intimidar, adelante, no sean cobardes.
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