Aquí me encuentro, de repente solo: la muchacha en Santorini de vacaciones, el muchacho de veraneo en Málaga y mi sufrida esposa trabajando. A mí aún me queda esta semana...
El lado bueno de verse abocado a semejante soledad es que al fin te percatas de que no eres en absoluto imprescindible, ni siquiera mínimamente necesario y da un cierto alivio pensar que al fin podría uno amochar sin que sus deudos lo notaran mucho, quedando más o menos ellos en buena posición. Total: moriremos igualmente en una cantidad de tiempo ridículamente minúscula, al menos que pueda uno dejar de sufrir jodidos dolores sin miedo a dejar a la tropa en orden.
Pasamos en familia una semanita juntos.
He ido a ver la Alhambra cuatro o cinco veces, pero nunca había llevado a mis hijos por la cosa aquella de que cada año pasamos por allí al menos dos veces... ya la veremos. Y así van pasando los años y al final no la ves nunca. Lo mismo nos pasaba con los dólmenes de Antequera.
Como quiera que uno va intentando tachar cosas de la lista de pendientes, este año saqué entradas para que un día fuésemos expresamente a ver la Alhambra. Y ese mismo día, como nos pillaba de camino desde Ronda, visitaríamos los conjuntos megalíticos antequeranos.
Y eso hicimos, con gran estusiasmo. Por la mañana los monumentos megalíticos (los dólmenes de Menga y Viera están juntos en el mismo complejo, para llegar al dolmen del Romeral hay que desplazarse... está a cinco minutos en coche de los otros).Tras la visita nos fuimos a Granada a comer. Teníamos visto un sitio recomendado en tripAdvisor, pero estaba a tope y tuvimos que ir a otro aleatoriamente, que resultó ser bastante decente. Y por la tarde la Alhambra, a dejarse embargar por esa belleza inasumible que te acaba desbordando.
Venía con nosotros el novio de mi Chiqui, que nos invitó a pasar unos días en una villa en Chiclana, así que gracias a su generosidad he podido tachar otra cosa de mi lista: veranear en el litoral Atlántico (casi siempre acabamos en el Mediterráneo).
Impresionante la playa de La Barrosa, de una belleza descomunal, pero uno siempre tiene esa desazón perezosa por tener que andar cien metros para mojarse los pinreles...
La villa estaba situada unos kilómetros hacia el interior, en un lugar silencioso, salvaje y despoblado. Gracias a ello una noche pude contemplar el espectáculo acongojante del firmamento estrellado. No había luna nueva, pero casi y al tumbarme en la cama balinesa del jardín pudiendo ver con tanta claridad las estrellas experimenté una sensación jodidamente mística, o lo que sea, un puntazo, vaya.
Pensaba haber ido el último día entero de visita al Parque Nacional de Doñana, pero —por circunstancias ajenas a TVE— no pudo ser: otro apunte pendiente de tachar de la lista.
Pero ahora estoy solo en casa. No diré que aburrido porque suelo aburrirme muy raramente, pero sí bastante ocioso. Me traje de Ronda unas cervezas artesanales la mar de buenas que elaboran allí. Y aún me quedaban en la nevera algunas birras artesanales madrileñas y toledanas. Así que, bien pertrechado, trato de ponerme al día con Netflix.
Tenía un perturbador problema potencial... sospechaba que, como últimamente duermo tan mal, tan poco y despertándome cada dos por tres, había perdido la capacidad de soñar. Me paraba a pensar y no recordaba ningún sueño en muchos meses atrás. Parecerá una gilipollez, pero el asunto me preocupaba. ¿Te vuelves loco si no sueñas? ¿Hace tiempo que estoy chiflado? Es más... ¿realmente hace tiempo que no sueño o simplemente es que no recuerdo ningún sueño porque hace años que aprendí a someter las pesadillas nocturnas?
Ayer estuve concienciándome, como cuando me dio por los sueños lúcidos, por intentar recordar si soñaba algo. Me concentré y me obsesioné lo suficiente como para obligarme a recordar cualquier sueño.
De hecho fui a más. Pensé en volver a tener un sueño lúcido y me empeñé en darme cuenta de que estaba soñando para poder conducir mi sueño hasta donde yo quisiera. Me concentré en el infalible método de consultar el reloj dos veces seguidas y estar atento a cualquier situación extraña para tomar el control.
¿Qué hacer con el control de mi sueño? Pues... lo siento, pero a mi mente sencilla y lujuriosa tan solo se le ocurrió tener sexo con quien yo quisiera.
Joder, ¿a vosotros no os pasa que de pronto os planteáis que os toca la lotería y pensáis qué hacer esa misma noche o al día siguiente y no se ocurre nada especialmente memorable? A mí sí, y acabo pensando que en ese momento no merezco que me toque la loteria (porque yo soy de los que siempre juegan, en las fronteras de la ludopatía).
Pues con esto me pasaba igual: esta noche podría tener sexo con la mujer que yo quiera, incluidas las famosas... cualquier actriz: Emily Ratajkowski, Jennifer Lawrence, etc. ¡Y no se me ocurría nada!
Qué penoso, en serio. Al final empecé descartando a las famosas, porque yo soy más de morbo que otra cosa, así que mejor con alguien a quien conozca de la vida real. Finalmente me decidí por una escultural cuarentona a la que hace nueve largos meses que no tengo el gusto de ver.
La noche se ha saldado como en aquellas viejas situaciones: una noticia buena y una mala.
La mala es que no he podido volverme lúcido y no he podido tener sexo vicario con mi diosa, pero la buena noticia es que sí... sigo soñando por las noches.
Pese a despertarme varias veces, pasadas cuatro o cinco horas del sueño primero profundo, una de las veces que me desperté me obligué a permanecer un rato despierto concentrándome de nuevo en la tarea de recordar cualquier sueño que pudiera tener.
Y así ocurrió que la primera vez que me desperté tras eso, hora y media después... pude recordar vagamente un extraño sueño en el que un enemigo mío ¿¿?? salía herido accidentalmente, aún así corrí a su lado a ayudarle, pero cuando me acercaba a él me di cuenta de que me estaba esperando con un hacha enorme, así que me largué corriendo de allí y luego seguí soñando no recuerdo qué cosas.
Al despertarme traté (sin mucho éxito, como se puede ver) de recordar bien todo el sueño y, como aún estaba somnliento, me propuse volver a soñar. Y así fue, al despertarme un par de horas más tarde empecé a recordar otro sueño, que por no apuntarlo se me ha olvidado, aunque recuerdo que mi mujer aparecía en él: quiere uno soñar con que se acuesta con otra y acaba soñando con su mujer de toda la vida... ay, para todo soy igual de bobo.
En fin, ojalá me duren los botellines y las buenas series en Netflix.
Me he pasado unos meses meneando el avispero de mi novela con bastante saña. Al final, malherido, he dejado reposar ese universo y espero el momento en el que un inflatón cualquiera ponga en marcha un bigbang literario que te cagas que expulse violentamente todo ese material ahora tan calmo, tan ajeno a espacio y tiempo. Ojalá sea pronto y me pille boli en mano.
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