Interior, noche.
Una cara de mujer —Samantha Morton— aparece y desaparece por efecto de las luces centelleantes de un árbol navideño. Es Nochebuena.
Un plano detalle nos muestra una mano femenina acariciando un cuerpo semidesnudo. La cámara se va moviendo despacio descubriéndonos poco a poco la escena: sobre el suelo del apartamento yace una pareja -inerte él, con profundos cortes en las muñecas- y desnortada ella sobre el charco de sangre, sólo acertando a acariciar el cuerpo frío de quien fue su pareja.
El plano se abre y al fondo vemos el monitor de un PC con una llamada: "Léeme". Es una moderna nota de suicidio.
La veinteañera Morvern, protagonista de nuestra historia, se dirige a leerla y allí descubre los últimos deseos del finado: le lega una tarjeta de crédito -cuyo número secreto ella conoce- con un buen pellizquito y una novela que acababa de escribir el interfecto, con una lista de direcciones de editoriales a las que enviar el original, por estricto orden.
Cabe destacar una frase de la nota del suicida:
Advertencia que hago extensiva a cuantos espectadores se embarquen para disfrutar de este viaje en compañía de Morvern Callar.
Es lo mejor: no pararse a esperar una película policíaca ni nada convencional, no ensayen hipótesis para justificar el aparentemente extraño comportamiento de la protagonista, simplemente pónganse a su lado y vean cómo se conduce tras tan explosivo arranque.
Así lo hice yo y he disfrutado brutalmente de esta experiencia cinematográfica titulada en España «El viaje de Morvern».
Al llegar a los créditos finales mi sorpresón fue comprobar que la historia esta basada... ¡en una novela! Y me pareció inverosímil porque la potencia que yo he visto en esta película radica en lo visual, en su peculiar narración cinematográfica más que en la historia en sí. Y la sorpresa llegó a su punto culminante al saber que la novela homónima de Alan Warner (¡¿un hombre?!) en la que se basa el guión está escrito... ¡en primera persona!
Lo mejor de la peli radica —e.m.h.o.— en la peculiaridad cinematográfica de Lynne Ramsay, tan originalísima, con ese delicado y delicioso gusto por los detalles anarrativos aparentemente intrascendentes: ese abrir los regalos navideños junto al fiambre que los acababa de envolver, ese jugar con el mechero, con los cierres de la cazadora, los momentos "voyeur" en la terraza del hotel. Asimismo un uso de planos muy cerrados durante buena parte del metraje resultan bastante agradables y apropiados para el mensaje que se pretende transmitir.
La cámara es muy ágil cuando acompaña a la/s protagonista/s, ya sea en las raves esas, donde la cámara se pasea como un invitado más del fiestorro electrosónico, o en el interior del coche con la familia española (¿cómo puñetas se puede meter una cámara así en un coche y que quede tan natural y real si que se note su presencia?).
Cuando la cámara -a menudo- se mueve junto a las protagonistas, ya sea en su caminar por las Tierras Altas escocesas o por los áridos desiertos almerienses, lo hace como acompañante (al hombro, supongo) pero sin molestos vaivenes mareantes de los Dardenne, igual que cuando entra en los interiores de las habitaciones del hotel o en los apartamentos, en el cuarto de baño y demás. Queda muy veraz sin ser un incordio en ningún momento, que para eso avanza tanto la tecnología de los estabilizadores. De hecho, las transiciones son bastante suaves entre las escenas de cámara al hombro a las de cámara fija.
Si alguien se anima a lanzarse a la caza y captura de esta peli para gozarla les anticipo un poquito más del argumento, si así lo desean: ¿Qué creen que hará Morvern tras hallar el cadáver de su amado? ¿Llamar a la policía, a una ambulancia, a algún familiar? ¿Quizá llorar amargamente y meterse en un convento de clausura?
Pues no, toma del bolsillo del difunto una poco de dinero y se larga con su amiga —compañera del trabajo en un Súper en el que ella despacha verduras— a un fiestorro de Nochebuena para ponerse hasta arriba de pastillas. Y con la pasta se va a una agencia de viajes para pegarse unas estupendas vacaciones con su amiguita en España.
Ojo a la música y su importantísimo peso en la peli, impresionante BSO.
Una mención especial merece la enorme interpretación de la Morton, que si bien ya estuvo genial haciendo de chiquita muda maravillosa en «Acordes y desacuerdos» y/o en su agradecido personaje en aquella pequeña odisea titulada «En América», con esta estupenda interpretación ya se ha ganado mi perdón por el sobresalto infartante que me dio al salir —cual sirenita calva— inesperadamente del agua de la piscinilla aquella de los precogs en su papel de Agatha en «Minority Report» (y grande tambnién en «Code 46» bajo las órdenes de Winterbottom). Este peli es de hace quince años, hoy la Morton ya está para otros papeles, el último en el que la he visto hace de vieja cortesana en la serie "Harlots".
En la parte artística respecto a la iluminación, destacar esos contrastes entre la débil, tristona y grisácea luz escocesa versus la maravillosa, potente, vital y explosiva luz del Cabo de Gata: la obra maestra del mejor director de fotografía de toooodos los tiempos, esto es: Dios.
;-)
Hay algún fotograma que podría ser un cuadro, por ejemplo se me ocurre un plano de Morvern en el interior de una cabina telefónica con la playa al fondo (en España), es tan acojonantemente hermoso como el plano final de «Uzak».
Una escena memorable:
Cuando Morvern se sienta en el PC y va borrando (mal detalle por cierto el usar la tecla "Supr" cuando el cursor estaba al final de la línea y no al principio) el nombre de su pareja y lo sutituye por el suyo...
Otra escena memorable:
Al perseguir a la cucaracha por los pasillos del hotel, el conocimiento casual subsiguiente y el polvo consecuente (escena que valdría para ejemplificar ese uso de la cámara y de la música que tanto me ha complacido).
Les dejo con un trailer.
Saluti a tutti!
Una cara de mujer —Samantha Morton— aparece y desaparece por efecto de las luces centelleantes de un árbol navideño. Es Nochebuena.
Un plano detalle nos muestra una mano femenina acariciando un cuerpo semidesnudo. La cámara se va moviendo despacio descubriéndonos poco a poco la escena: sobre el suelo del apartamento yace una pareja -inerte él, con profundos cortes en las muñecas- y desnortada ella sobre el charco de sangre, sólo acertando a acariciar el cuerpo frío de quien fue su pareja.
El plano se abre y al fondo vemos el monitor de un PC con una llamada: "Léeme". Es una moderna nota de suicidio.
La veinteañera Morvern, protagonista de nuestra historia, se dirige a leerla y allí descubre los últimos deseos del finado: le lega una tarjeta de crédito -cuyo número secreto ella conoce- con un buen pellizquito y una novela que acababa de escribir el interfecto, con una lista de direcciones de editoriales a las que enviar el original, por estricto orden.
Cabe destacar una frase de la nota del suicida:
"No intentes comprender".
Advertencia que hago extensiva a cuantos espectadores se embarquen para disfrutar de este viaje en compañía de Morvern Callar.
Es lo mejor: no pararse a esperar una película policíaca ni nada convencional, no ensayen hipótesis para justificar el aparentemente extraño comportamiento de la protagonista, simplemente pónganse a su lado y vean cómo se conduce tras tan explosivo arranque.
Así lo hice yo y he disfrutado brutalmente de esta experiencia cinematográfica titulada en España «El viaje de Morvern».
Al llegar a los créditos finales mi sorpresón fue comprobar que la historia esta basada... ¡en una novela! Y me pareció inverosímil porque la potencia que yo he visto en esta película radica en lo visual, en su peculiar narración cinematográfica más que en la historia en sí. Y la sorpresa llegó a su punto culminante al saber que la novela homónima de Alan Warner (¡¿un hombre?!) en la que se basa el guión está escrito... ¡en primera persona!
Lo mejor de la peli radica —e.m.h.o.— en la peculiaridad cinematográfica de Lynne Ramsay, tan originalísima, con ese delicado y delicioso gusto por los detalles anarrativos aparentemente intrascendentes: ese abrir los regalos navideños junto al fiambre que los acababa de envolver, ese jugar con el mechero, con los cierres de la cazadora, los momentos "voyeur" en la terraza del hotel. Asimismo un uso de planos muy cerrados durante buena parte del metraje resultan bastante agradables y apropiados para el mensaje que se pretende transmitir.
La cámara es muy ágil cuando acompaña a la/s protagonista/s, ya sea en las raves esas, donde la cámara se pasea como un invitado más del fiestorro electrosónico, o en el interior del coche con la familia española (¿cómo puñetas se puede meter una cámara así en un coche y que quede tan natural y real si que se note su presencia?).
Cuando la cámara -a menudo- se mueve junto a las protagonistas, ya sea en su caminar por las Tierras Altas escocesas o por los áridos desiertos almerienses, lo hace como acompañante (al hombro, supongo) pero sin molestos vaivenes mareantes de los Dardenne, igual que cuando entra en los interiores de las habitaciones del hotel o en los apartamentos, en el cuarto de baño y demás. Queda muy veraz sin ser un incordio en ningún momento, que para eso avanza tanto la tecnología de los estabilizadores. De hecho, las transiciones son bastante suaves entre las escenas de cámara al hombro a las de cámara fija.
Si alguien se anima a lanzarse a la caza y captura de esta peli para gozarla les anticipo un poquito más del argumento, si así lo desean: ¿Qué creen que hará Morvern tras hallar el cadáver de su amado? ¿Llamar a la policía, a una ambulancia, a algún familiar? ¿Quizá llorar amargamente y meterse en un convento de clausura?
Pues no, toma del bolsillo del difunto una poco de dinero y se larga con su amiga —compañera del trabajo en un Súper en el que ella despacha verduras— a un fiestorro de Nochebuena para ponerse hasta arriba de pastillas. Y con la pasta se va a una agencia de viajes para pegarse unas estupendas vacaciones con su amiguita en España.
Ojo a la música y su importantísimo peso en la peli, impresionante BSO.
Una mención especial merece la enorme interpretación de la Morton, que si bien ya estuvo genial haciendo de chiquita muda maravillosa en «Acordes y desacuerdos» y/o en su agradecido personaje en aquella pequeña odisea titulada «En América», con esta estupenda interpretación ya se ha ganado mi perdón por el sobresalto infartante que me dio al salir —cual sirenita calva— inesperadamente del agua de la piscinilla aquella de los precogs en su papel de Agatha en «Minority Report» (y grande tambnién en «Code 46» bajo las órdenes de Winterbottom). Este peli es de hace quince años, hoy la Morton ya está para otros papeles, el último en el que la he visto hace de vieja cortesana en la serie "Harlots".
En la parte artística respecto a la iluminación, destacar esos contrastes entre la débil, tristona y grisácea luz escocesa versus la maravillosa, potente, vital y explosiva luz del Cabo de Gata: la obra maestra del mejor director de fotografía de toooodos los tiempos, esto es: Dios.
;-)
Hay algún fotograma que podría ser un cuadro, por ejemplo se me ocurre un plano de Morvern en el interior de una cabina telefónica con la playa al fondo (en España), es tan acojonantemente hermoso como el plano final de «Uzak».
Una escena memorable:
Cuando Morvern se sienta en el PC y va borrando (mal detalle por cierto el usar la tecla "Supr" cuando el cursor estaba al final de la línea y no al principio) el nombre de su pareja y lo sutituye por el suyo...
Otra escena memorable:
Al perseguir a la cucaracha por los pasillos del hotel, el conocimiento casual subsiguiente y el polvo consecuente (escena que valdría para ejemplificar ese uso de la cámara y de la música que tanto me ha complacido).
Les dejo con un trailer.
Saluti a tutti!
No hay comentarios:
Publicar un comentario