miércoles, 13 de octubre de 2021

Aquellas llamadas intempestivas... pronto hará treinta años


Dice Zacks, mi colega el profeta malagueño: 

Hay dos tipos de personas en función de la relación que mantienen con el teléfono: los que se alegran de oírlo sonar y los que pensamos que su melodía es el cascabel de la serpiente, que nos llama para mordernos en cuanto descolguemos.

Yo también sufrí esa terrible picadura —tal día hará treinta años— y me quedé sin reacción: atontado, congelado, incrédulo, confuso...

Mi mujer —bueno, en aquel momento éramos novios— solo con mirarme, antes de decirle nada (era de madrugada y eso no presagiaba nada bueno) empezó a hiperventilar ostentosamente y a llorar y tartamudear:

¿Pero, qué, pero qué... qué ha pasado, qué es, quién?

Teléfono fijo antiguo años ochenta noventa Telefónica 80 90

Antes de colgar el teléfono —el fijo, aún no había móviles— le dije a mi madre: "Enseguida salgo para allá". Casi nueve horas de viaje en coche y novecientos kilómetros... aún no he había acostado, estaba viendo una película en vídeo de madrugada, según mi costumbre.

Mi novia insistió, angustiada:

¿Qué? ¡Ay! Dime qué ha pasado...

Un accidente de tráfico... mi hermano ha muerto y mi hermana Eva está ingresada muy grave.

Lágrimas... lamentos... incredulidad... y de pronto una trágica duda:

¿Pero y el niño? Has dicho algo del niño que también iba en el coche... ¿Tu hermano Daniel?

¿El niño...? —pregunté asombrado e incrédulo— no me digas... Sí, es cierto que mi madre me ha contado algo del niño, pero no me he enterado porque es absurdo, lo siento, estoy muy confundido...

Sí, has dicho que el niño también iba en el coche, ¿qué niño?

Y es que tengo otro hermano tardío, diecinueve años menor que yo, que por entonces era un niño.

accidente de tráfico, coche, guardia civil, ambulancia



Desconcertadísimo, con ansiedad extrema, agónicamente agarrotado por la incertidumbre y la natural tendencia a los malos presagios, volví a telefonear a mi madre, pero como estaba tan nerviosa le pedí que me pasara con mi padre, que solía conservar la calma.

Papá, cuéntame qué ha pasado, que mamá está tremendamente excitada y yo estoy en shock y no me estoy enterando bien de lo que ha ocurrido...

Mi padre era la voz de la pesadumbre y la derrota absoluta, jamás le había oído/visto así ni volví a verlo tan mal nunca más. Con toda la calma que pudo reunir me explicó que les acababa de llamar la Guardia Civil para comunicarles que el coche de mi hermano había sufrido un accidente cerca de un pueblo de León, estrellándose contra un árbol al salirse de la carretera y que mi hermano falleció instantáneamente y mi hermana estaba en el hospital muy grave con la mandíbula y numerosos huesos rotos.

Se estaban preparando para salir hacia León.

¿Pero y el niño? Mamá me ha dicho que el niño también iba en el coche... ¿Cómo puede ser eso? —pregunté con terror.

—Sí, ese amigo de tu hermano que vive en León al que apodan "El Niño": José Manuel; tiene algún hueso roto y el ácido de la batería del coche le ha quemado parcialmente la cara, pero se encuentra bien.

Ufff, en ese momento suspiré aliviado y me agarré a esa buena noticia de que mi otro hermano no iba en el coche y que mi hermana seguía viva.

Qué horror, ningún padre debería enterrar a sus hijos, es una aberración absoluta.

Fui con papá al tanatorio para ver el cadáver. No quería, pero tenía que hacerlo: debía pasar ese amargo trago para poder creer que mi compañero y cómplice inseparable durante toda una vida ya no seguía en el mundo... como si de repente mi sombra desapareciera para siempre.

Mi hermano no manejaba el volante, iba dormido en el asiento de atrás porque tenía sueño y había dejado que mi hermana condujera y 'El Niño' iba en el asiento del copiloto.

Su cuerpo parecía intacto. No puedo olvidar la expresión extraña de su rostro —inquietante por lo insólito de denotar cierta placidez— sin el color y el calor de la vida, pero adornado con una ligerísima sonrisa, como si no se hubiera percatado de nada: murió desnucado mientras dormía, sin enterarse.

Apenas consigo recordar nada de todo aquello, de esa largo viaje en coche al hospital y a la morgue de León, de los día siguientes... sí recuerdo que aunque era agosto hacía un tremendo frío absurdo allí y que por el hospital aparecieron inesperadamente un montón de antiguos compañeros del internado militar en el que estudiamos que vivían en León o en las cercanías.

***

Rambling Rose, El precio de la ambición, Laura Dern, Martha Coolidge
Tiempo después intenté pasar página y fui al mismo videoclub de Ronda para acabar de ver esa película que interrumpió aquella odiosa llamada telefónica.

Por supuesto jamás olvidaré de qué película se trataba: Rambling Rose (El precio de la ambición).

Desde hace años silencio el teléfono cada noche: no quiero esperar ninguna llamada, lo que tenga que ser será, pero no pienso estar pendiente de posibles desgracias. Todos moriremos inexorablemente cuando nos toque. 
 
Mi teléfono no volverá a sonar de madrugada...

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