martes, 9 de mayo de 2017

Revolviendo el pasado peligrosamente: heridas y alegrías

Han transcurrido un montón de años desde que empaqueté esas cajas y fueron al trastero. Desde allí acabaron yendo a otro trastero, este más pequeño, de tal manera que cada vez que echaba de menos algo del pasado y sospechaba que podía estar ahí guardado en alguna caja, la pereza podía más que las ganas de intentar rescatarlo. 

Llegó un momento en el que apenas podías abrir la puerta sin el peligro de que alguna de las cajas apiladas hasta el techo se te viniera encima. Y así se quedó durante lustros.

Mas hete aquí que un día caigo en la cuenta de que están a punto de cumplirse treinta años de la compra de mi primera videocámara y de que debería haber digitalizado ya esas antiguas cintas VHS que guardo en algún lugar del trastero o corro un riesgo grave de perderlas para siempre.

videocámara VHS National M7
Al final un finde organizamos una excursión familiar al trastero y con cuidado y mucho tiempo fuimos recuperando cintas y carpetas antiguas que a saber lo que guardaban.

Tengo una capturadora baratilla que mi hijo usa para grabar videojuegos, pero necesitaba un reproductor VHS para poder pasar los vídeos al ordenador. Ya no se venden esas maravillosas antiguallas, así que tuve que recurrir a Wallapop. Y tuve suerte, bien cerquita de mí una joven ofrecía un reproductor "en buen estado". Como vi que llevaba tiempo intentando venderlo le apreté un poco el precio y al final se lo saqué por veinte pavos. Vino a la cita acompañada de un niño pequeño y me entregó el aparato asegurando que funcionaba perfectamente.

Me fui a casa tan contento, pero al conectar el vídeo comprobé que no entraban las cintas, las escupía antes de llegar a introducirlas del todo. 

—Ya te han timado —tuve que escuchar.

Entonces tuve un lejano déjà vu y, recordando al niño con pinta de travieso que acompañaba a la vendedora, me atreví a profetizar:

—No pasa nada, eso es que el niño pequeño ha metido ahí algún objeto y por eso no entran las cintas.

Y agarré el aparato, lo volqué y al rato cayó una pequeña moto de juguete del interior. Ahora sí entraban las cintas y se reproducían bastante bien para su avanzadísima edad.


Consecuencias inesperadas.


Desde hace casi treinta años arrastro la resolución de un enigma. Soy un jodido cabezón, así que nunca me rindo cuando se trata de algún misterio que resolver, así pasen treinta años.

Jesús Quintero
Es una chorrada, pero es: se trata de un programa de televisión que vi a finales de los ochenta o principios de los noventa, de Canal Sur, de Jesús Quintero. En una de aquellas emisiones sonó una música que me gustó mucho. Quería saber el título de la canción y el autor, pero mi cultura musical es escasa y no conseguía hacer progresar mis averiguaciones. 

Años más tarde descubrí un programa de esos de radio en los que te ayudan a buscar canciones dándoles algunas pistas. Aporté todas las que pude, pero en la radio no supieron decirme de que canción ni cantante se trataba.

Tras aquel intento la cosa quedó aparcada hasta que años después se popularizó internet y la productora del Loco de la Colina tenía una web propia. A través de la misma trasladé mi pregunta, pero nunca obtuve una respuesta.

Años más tarde, cuando Google se convirtió en el gran buscador que es ahora hice otra intentona desesperada, interrogándole de mil maneras distintas. No anduve ni cerca de dar con la respuesta.

Reconozco que por entonces la cosa estaba tan en punto muerto que di por concluidas mis investigaciones.

Entonces comienzo a digitalizar las cintas de vídeo que subí del trastero y detrás de una grabación familiar, al final del cassette aparece ese fragmento del programa de Quintero en el que suena la canción de marras, que ya empezaba a odiar. Y entonces fue tan sencillo como subir bien el volumen, abrir Shazam en el móvil y ... ¡zas! ¡Te tengo, cabrona, título y autor!

Por supuesto ya está incluida en mi lista de canciones Maifísimas.

Naturalmente el reencontrarme con todas estas grabaciones antiguas ha sido harto gozoso y a veces deprimente (al comprobar lo cruel que puede ser el envejecimiento). Tengo muchas cintas, así que aún estoy en el proceso de seguir digitalizándolas.

Aunque ahora lo que más me ocupa es otra locura mía. Desde hace un tiempo me planteé el reto de ser capaz de autopublicarme un libro de relatos y una novela, pero con una condición imprescindible: ser yo el autor completo de absolutamente todo el proceso y sin que me cueste ni un euro. De momento cierto es que no me he gastado un euro, pero tiempo... ufff, hay que echarle un montón.

Lo primero es el libro de relatos, de los muchísimos que he escrito he conseguido seleccionar unos cuantos que considero tienen la calidad suficiente para merecer verse impresos, aunque por supuesto hay que ir corrigiéndolos y revisándolos uno a uno. Ya he conseguido darme de alta correctamente en CreateSpace, que es la plataforma de Amazon en la que lo publicaré en principio en papel y más tarde en formato digital (¡requiere una maquetación diferente!). No fue tan fácil como pensaba, está todo en inglés y hay que rellenar todo el lioso tema de los impuestos, etc, pero conseguí hacerlo bien.

Ilustración Libro. Relatos con codeína de Óscar Maif
Para mí lo más aburrido es el tema de la maquetación, y lleva un montón de horas. Corregir mucho texto también se hace pesado, pero ahí sigo como un valiente. Y no sólo corregir estilo, sino faltas y temas tipográficos. Y queda el espinoso tema de la portada,osadía no me falta.

En fin, a lo que iba. Comentaba que, además de las cintas, subí del trastero muchas carpetas con papelotes. Y lo que no me esperaba es que esto fuera a tener también relación con mi proyecto del libro de relatos.

Después de mucho pensar decidí cuál de mis relatos sería el primero que aparecería en la recopilación (cuyo título, a falta de otro mejor, va a ser: «Relatos con codeína»). 

Ya se sabe lo de los escritores y la ambiguedad de lo autobiográfico y sin duda prefiero que cada lector/a piense lo que le dé la gana sin aclarar nada, pero sí: aunque no estoy nada orgulloso, el relato está inspirado en sucesos que podían haber acontecido más o menos de modo parecido a como se narran en el relato que abrirá la recopilación.

El caso es que una carta de la que se habla ahí existe en la realidad y mira por dónde apareció inesperadamente entre los papeles de las carpetas que subí del trastero. ¿Casualmente? hacía justo un par de días que había revisado  y corregido ese relato, así que no pude evitar volver a releer aquella carta y repasar los hechos de aquel lejano año. La carta contenía una foto de ella, que volví a mirar con nuevos ojos.

Lo cierto —llámenme optimista o creído— es que siempre he estado seguro de que algún día acabaría publicando ese y otros relatos y recurrentemente he tenido la fantasía de que aquella chica lo leería y cuando fuese avanzando en la lectura del mismo se iría dando cuenta de que ella era la protagonista de la historia.

Ahora renovaba mi fantasía, pronto el libro será publicado y sé que ella es muy amante de la lectura y me la imagino leyéndolo y descubriéndose emocionada y secretamente como la protagonista y que, de algún modo, podría perdonarme.

Pero, tonto de mí, esta vez fui un paso más allá de la simple ensoñación y, como tenía la carta en mis manos con su nombre y apellidos y hace más de veinte años de aquello no pude evitar la maldita curiosidad de buscarla en Google...

El primer resultado en el buscador me contaba la peor noticia posible: acababa de fallecer de cáncer unas semanas atrás.

2 comentarios:

  1. Hacía mucho que no me pasaba por aquí y me alegro de haber vuelto.

    1- ¡Qué listo eres! (Por lo del niño y la moto de juguete.)
    2- Te iba a decir que si querías ayuda con la corrección, pero como dices que quieres ser tú el que lo haga todito, todo, pues me callo.
    3- Ya estás tardando en publicar el librito.
    4- Comenté hace algún tiempo en el ilustre cenáculo(no sé si lo leíste)una experiencia parecida a la que cuentas de tu amiga. En mi caso, logré dar con ella, pero poco después falleció de cáncer de colon. Por eso me da miedo a veces tratar de recuperar el contacto después de mucho tiempo.

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  2. Hey, Ángela, tampoco soy tan soviético... si alguien se ofrece a echar una mano supervisando siempre será bienvenida.
    :-)
    Me alegra verte por aquí. ¡Saludos!

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